¿Ya conoces Fueguia 1833?
Inspirado en un artículo de divulgación científica (el Premio Nobel en Fisiología y Medicina del 2004) y su necesidad por crear, Julián Bedel tradujo su amor por la herbolaria, su natal Argentina y el arte, en una de sus obras más disruptivas. Lo que empezó como una falsa perfumería, hoy funciona como una reconocida empresa de fragancias nicho.
Fueguia 1833 es una marca que va contracorriente en muchos aspectos en los que se desarrolla esta industria, pero también es un laboratorio donde converge la magia de la sabiduría ancestral, los recuerdos de su fundador y las infinitas posibilidades con las que todos sus clientes pueden reinterpretar una y otra vez su historia.
Platicamos con Julián Bedel, founder de Fueguia 1833
Julián no encaja en el típico concepto de “nariz” o “perfumista”, pero tampoco pretende hacerlo. Es un artista plástico que ama la pintura y la escultura y que hizo de estas ramas su oficio. De la misma manera en la que pararnos frente a un cuadro nos genera una serie de emociones, Fueguia 1833, su marca de fragancias, nos evoca a través del sentido del olfato a cambiar nuestra percepción, viajar por medio de la memoria o incluso imaginarnos un paisaje lejano.
“Yo empecé con cero conocimiento de la industria porque nunca pensé que haría perfumes. Sucedieron dos situaciones simultáneas, la primera: después de leer el Premio Nobel aprendí cómo el olfato nos transforma y tiene un efecto directo con nuestro cerebro, afectando nuestro cuerpo, pulsaciones o liberación de hormonas, etc. La segunda era mi proyecto como artista, mi interés estaba en componer con estos extractos una propuesta que nos hiciera cuestionar incluso nuestra relación con las plantas”, comparte el fundador.
“Encontré en esto un lenguaje aún más poderoso que la pintura, creando algo que (si fuera bueno o malo) al exponerte a ello te transformaría, porque esa es la naturaleza del arte”.
Fue entonces, bajo el pretexto de hacer su instalación, que Julián encontró un pequeño local en Buenos Aires y montó una falsa perfumería que tampoco contaba con una vendedora o personal, la experiencia permitía al visitante oler los 12 perfumes a través de los balones de vidrio y conectar con la obra. El interés genuino de las personas por comprar estas fragancias construyó el resto de la historia.
Además de lo evidente, lo que los hace distintos a otros en el mercado, es que utilizan ingredientes naturales y sus procesos se realizan con la tecnología más avanzada. Julián se volvió un experto en plantas medicinales y en la flora y fauna de la Patagonia; también en pesos moleculares, herramientas de destilación y hasta carpintería. “Tuve mucha suerte, aprendí muchísimo de gente que vendía aparatos de destilación; proveedores y destiladores fueron mis maestros. Ahora, vamos a adquirir una máquina que hace destilación molecular muy compleja, nos va a permitir experimentar y crear concentrados donde voy a explorar con diferentes facetas de las flores y plantas”, revela Julián sobre su proceso de creación dentro de Fueguia 1833. “Hemos crecido y sí, hay una responsabilidad distinta a la hora de tomar decisiones, pero continúo encontrando la manera de seguir contracorriente, crear nuevas expresiones de forma tangible”.
Así como uno nunca olvida la sensación de ver un cuadro de tu artista favorito en persona, la memoria juega un papel importantísimo. Para él, se trata de la permanencia en mente. “Trabajar sobre los extractos naturales es el único argumento que encuentro de por qué las personas siguen comprando nuestros productos, lo que llega a tu cerebro es la expresión de la planta. Vas a sentir que hay tanto que te siguen contando esos extractos, es como seguir sampleando lo que está en nuestra piel y cómo reaccionas ante él, incluso con 6 u 8 horas”.
Podemos decir que su éxito se debe al balance entre la estructura de pensamiento científico y artístico; que no puede encajar en nada que se le parezca, no sólo por la investigación que hay detrás o por la búsqueda de utilizar esas síntesis de esencias para causar experiencias sensoriales positivas o por la cadena de proveedores y suministros, sino por el hecho de que Julián hace un poco (más bien mucho) de todo: las fórmulas, los extractos y aceites, incluso hasta la parte del taller. “No necesito una excusa o un motivo comercial, para mí tiene suficiente razón de ser por sí solo para crearlo”.
“Hay un hilo conductor por el hecho de que yo he creado todos, pero me desafío para que ninguno pueda parecerse; la gracia de crear otro nuevo perfume es que no haya alguno que pueda comunicar lo que está comunicando este”.
Su historia se entrelaza con la sustentabilidad; utilizan los mejores ingredientes naturales disponibles en el momento de la producción, producen en pequeños lotes y cada botella muestra el año y el número de lote, del 1 al 400 grabado en la botella. “Si eres una marca de nicho pero no produces tus ingredientes, ¿cómo puedes hablar de sustentabilidad? Sé que nadie es perfecto, mi filosofía está expresada de esta forma: en donde haya una oportunidad de tener algo netamente con un impacto positivo, esa será la opción que vamos a elegir”.
Los perfumes de Fueguia 1833 son pequeñas concentraciones de lenguaje que combinan los versos más selectos con los que se crean (y se crearán) una infinidad de historias para contar.
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