Desde que un grupo de mujeres aymara subieron la Huayna Potosí en Bolivia en el 2015 y se nombraron “Cholitas Escaladoras”, el mundo no ha parado de hablar de las mujeres que suben las montañas más altas del mundo usando su traje tradicional. Desde subir el volcán activo más alto del mundo, Ojos del Salado (en Chile) o la montaña más alta de Sudamérica, el Aconcagua; hasta filmar su propio documental, ellas desafían perspectivas culturales y de género a través de un deporte extremo.
Mientras el siguiente gran reto es llegar a la cima de la montaña más alta del mundo (el Everest) para flamear sus polleras (la falda de su traje tradicional) y filmar otro documental; entrevistamos a Elena Quispe, guía de trekking, protagonista del documental Cholitas (2019) e integrante del grupo de mujeres conocidas a nivel mundial por ondear su pollera desde las altura.
¿Quién es Elena Quispe?
Su mundo cambió la primera vez que rozó los cielos en la cima, y la segunda subida, con 16 compañeras más, fue el inicio de un grupo de mujeres que mueve montañas. Desde la Ciudad del Alto en La Paz a 5 200 metros sobre el nivel del mar Bolivia, Elena Quispe, se ríe platicándome cómo el frío se siente sólo un “poquito” con 3 o 4 capas de enaguas bajo la falda (tantito menos que para una fiesta).
Ella me confiesa que lo verdaderamente incómodo sería no traerla, y es ahí cuando entiendo que “chola”, el término que por mucho tiempo fue ofensivo cuando las mujeres indígenas y mestizas eran discriminadas por las castas sociales, hoy es un estandarte de aquellas que son imparables.
Siempre vivió en la montaña pero nunca había subido a la cumbre
La vida de Elena cambió a los 19 años, cuando su hermana la invitó a escalar por primera vez la Huayna Potosí, la montaña más popular en Boliva, al noroeste del país. En ese entonces, ellas vivían en Chucura, una zona turística para hacer el Choro trek, la caminata de dos a cuatro días entre montañas de 32 millas a las afueras de La Paz, con la que muchos aficionados del hiking sueñan.
Para llegar a los húmedos trópicos de las Yungas y el bosque andino, se comienza en los pies de la montaña. Aquí los turistas siempre han recibido ayuda con sus equipajes por parte de los locales, en aquel entonces ese era el trabajo de la familia Quispe, que incluyó a Elena —desde sus ocho años — al equipo de trabajo. La pequeña que siempre fue feliz en el área de turismo pasó a ser ayudante de cocina de alta montaña, cargando equipajes de hasta 30 kilos con apenas 14 años de edad.
El inicio de las Cholitas Escaladoras
Para ese entonces, ya estaba fascinada con los extranjeros que llegaban con su armadura de alpinistas y su té de mate (caliente porque sino la bebida se congela del frío) y se iban con una sonrisa que cruzaba su expresión tras tocar la cumbre. Día a día, aquella excursión misteriosa hacía que una curiosidad extraordinaria invadiera la mente de Elena:
“¿Habrá oro?”, se preguntaba… hasta que un día fue ella a descubrirlo por sí misma. La aventura comenzó a media noche, y aunque se sentía como un robot con botas dobles y grampones bajo su pollera (la falda tradicional que usan las mujeres aimaras o quechuas), para cuando salió el sol, la chica que había crecido en las alturas ya se había enamorado de la montaña. “Me di cuenta que todo este tiempo había esperado para esto: es donde me he sentido como si estuviera volando”.
Su ascenso no termina en la montaña. Hoy, como integrante de las Cholitas Escaladoras, continúa hablando del alpinismo como si se tratara de su primera cima hace ocho años. Con esa misma ilusión platica sobre sus experiencias, triunfos y el siguiente gran reto de subir el Everest. Y, lo más intrigante, algo que nadie me había dicho antes: a veces una falda —por muy extraño que parezca— puede liberarnos y hacernos sentir más fuertes.
Entrevista con Elena Quispe, integrante de las Cholitas Escaladoras
¿Qué opinaron sus familias de las Cholitas Escaladoras al principio?
Nadie nos creía. Nos decían: “¡Cómo van a escalar ustedes mujeres con pollera! Van a haber accidentes”. Mi familia creía que me iba a rendir y que no lo iba a lograr. Pero pensé, “aún soy joven, puedo hacer muchas cosas” y de esa manera, cada una dijo “yo puedo”.
Desde que empezamos a escalar los hombres nos cuestionaban y decían que habría accidentes… hasta que “la nieve se iba a derretir”. Pero nos hemos hecho más fuertes para romper esquemas y estereotipos. Claro, este deporte es extremo, pero nosotras también podemos. Algunas de mis compañeras han tenido hijos y no han podido continuar. Pero siempre estamos unidas 14 cholitas: primero fuimos 17, algunas se han ido otras se han sumado.
Después de la Huayna, ¿cuál fue el siguiente paso para ti?
Me pregunté: “¿Cómo podemos capacitarnos con todo y manejo de equipo de alta montaña (con los anclajes, nudos, etc.)?” Hemos pasado un curso básico para ser guías, y es que muchos extranjeros quieren viajar con cholitas. Por eso, solicitamos las credenciales para trabajar.
Yo tengo el sueño de ser guía de alta montaña y para eso tengo que pasar muchos cursos más. Varias nos hemos puesto proyectos para conocer otros países y sus montañas. Hemos hecho la película Cholitas en el Aconcagua, la montaña más alta de Sudamérica. Aquí me sentí más fuerte que nunca y dije: “Voy a escalar muchas montañas, voy a llegar hasta donde yo pueda”.
Y nunca has dejado la pollera…
Cuando hace frío nos ponemos un buzo térmico abajo y siempre vamos con el equipo adecuado. Pero mi mamá me crió con pollerita desde muy niña y estoy acostumbrada a vivir en el campo con mi falda.
Me gusta jugar futbol y mis amigas me dicen: “No puedes jugar con la falda, ponte shorts”. Pero seis centímetros menos es como si no tuvieras ropa, como si me pudiera estar mirando mucha gente, me siento muy diferente. Estoy más cómoda así y eso no lo puedo dejar, es mi cultura, me siento orgullosa de ser una mujer de pollera.
¿Hay códigos entre cholitas?
Puede ser. Siempre nos apoyamos y nos animamos unas a las otras. Se trata de divertirse pero respetar a la montaña. Nosotros tenemos costumbres de nuestra cultura aquí en Bolivia: Achachila son las montañas y Pachamama es la Madre Tierra.
¿Cómo ha cambiado la montaña tu vida?
Antes de que escalara la montaña más alta de Sudamérica, era muy tímida y miedosa, no me gustaba compartir ni hablar. No podía responder a ninguna entrevista. Pero cuando estuve allá en medio de las cámaras, mi vida cambió. Me asombré de estar arriba y quise hablar más. Ese miedo que traía lo he dejado en el Aconcagua, porque el miedo no nos deja llegar, no es donde queremos estar, el miedo tiene que perderse.
¿Cuál es tu recuerdo favorito?
Definitvamente el Aconcagua, siempre le tuve miedo. Muchos no pueden llegar a la cumbre, pero yo tenía que lograrlo porque para viajar hasta allá iba a perder mi tiempo y el de los demás, así como el dinero de los patrocinadores, y no sería justo. Muchos hablaban sobre lo peligroso que es, pero cuando llegué me asombré más bien de lo hermoso que es. Este es el recuerdo más bonito porque lo compartí con personas de diferentes países.
¿Cómo impacta el alpinismo en tu vida?
Para mí siempre ha sido algo normal, desde muy niña me ha gustado estar en la montaña y viajar. Por esas razones no pienso tener hijos y tampoco me siento mal. Ahora me esperan muchas cumbres más, ¿por qué no escalar el Everest, la montaña más alta del mundo? Ahora debo cumplir mi nuevo sueño.
¿Cómo te estás preparando para subir el Everest?
Desde el año pasado fui a escalar el Ojos del Salado para experimentar el frío; también participé en la carrera Ultra Trail de montaña de 42 km, porque quería saber mi resistencia física. Igualmente, me han invitado a más carreras de 30 kilómetros y he salido en tercer lugar. Me preparo viajando a las montañas y este 2024 tengo muchos proyectos de escalar más aquí en Bolivia.
Apoya a las Cholitas Escaladoras para que suban el Everest
Las Cholitas Escaladoras están preparándose para la montaña más grande del mundo en abril de 2025 y filmar otro documental. Tú también puedes apoyarlas a recaudar fondos para su expedición. Acompáñalas a conquistar otra cima con una donación en este link.
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