“Vivir según tus propias motivaciones, crear lo que quieres sin disculparte, pero también ser amable”, es la definición de una Bad Ass Woman para Rebecca Hall, la cineasta y artista que nos da una lección sobre la importancia de ser dueñas de nuestras historias para romper nuestras cadenas.
Entrevista con la actriz, artista y cineasta Rebecca Hall
De cuando se convirtió públicamente en artista durante la pandemia
Entre risas, Rebecca me platica sobre —llamémosle— el mal del creativo: “Si no creo algo en un día, siento que he perdido el tiempo. Me atormenta la idea y sé que siempre sentiré eso. Tengo esta extraña necesidad de sorprenderme constantemente, y es un poco molesto”. Aquel estado perpetuo es tragicómico, casi como los personajes en sus pinturas al óleo, una mezcla de memoria y polaroids de los 70 que heredó de sus padres, quienes —por cierto— alguna vez se preocuparon por su niña, que “siempre dibujaba y nunca hablaba”.
Toda la vida, el arte fue un hobby; pero no fue hasta la pandemia que el espacio y tiempo hicieran a Rebecca cruzar la línea intimidante entre aficionada y profesional. “Creo que cualquier tipo de arte tienes que dejarlo ir; que la gente lo disfrute es el verdadero propósito”. Y sí, aunque seguramente su nombre aparecerá en galerías, el cine es donde más la vemos.
Crecer en una casa de artistas no es como te lo imaginas…
Viniendo de una familia de artistas (su mamá como cantante de ópera y su padre como director de teatro y ópera), Rebecca no era necesariamente la niña extrovertida, más bien, ella desaparecía en los mundos de libros y obras de teatro que nutrían su hambre de sentirse diferente. “Quería experimentar todo tipo de vida. Y actuar te permite hacer eso, de una manera extraña”.
Cuando estaba sola en casa (algo recurrente), devoraba la enorme colección de películas en blanco y
negro de sus padres, como si no hubiera un mañana: “Estaba obsesionada con cómo el cine trata la imagen y te hace sentir tanta emoción”. Y, si te lo preguntas, nunca se sintió obligada; con todo y grandes personalidades que tuvo como padres, el arte siempre fue intuitivo. “Cuando trabajas en una esfera similar a tus papás, que tienen un éxito enorme, te cuestionas: ‘¿Estoy logrando lo suficiente?’ Pero no puedes llevar una vida así como artista. Tienes que hacerlo por ti y sólo esperar a que otros lo gocen”.
En efecto, hemos disfrutado de Rebecca en pantalla, ya sea como protectora de King Kong (dejando atrás el estereotipo de damisela en apuros) o, en la próxima serie (The Listeners) como alguien que escucha lo que los demás no: “Se trata de cómo puedes quedar atrapado tras un evento extraño en tu vida”.
El proyecto que más la ha impactado: romper el silencio generacional de su familia
Lo más emocionante y gratificante para ella fue hacer una película de principio a fin: escribir, adaptar, dirigir, editar y publicar. “Contenía las cosas que amo y que me importan en un solo lugar: actuación, arte, música. Todos los ámbitos artísticos me informan a donde me dirijo: ser cineasta”.
Su gran debut como directora fue Passing (2021), de una novela que adaptó hace 15 años por razones personales. “Cualquier familia que tiene un historial de passing es secreto (y a menudo dentro de la familia). Mi abuelo (afroamericano) decidió pasar como indígena y luego por blanco. Mi madre no tenía familia, ella heredó este tipo de sensación de ‘estoy avergonzada y no sé de qué’; un racismo internalizado”.
Por primera vez, rompiendo el silencio generacional públicamente y contando estas historias, la película de Rebecca fue lo que le regaló la sensación de libertad a su madre, quien pudo poseer con orgullo una parte de su historia que no había tenido antes… y ello confirma lo que Rebecca desde siempre sospechó de la imagen a través del séptimo arte: “El cine es mirar a la vida y la vida mira el cine. Así que no sé qué es lo que no me ha enseñado”.
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