Aunque no lo creas 65 mujeres han ido al espacio, pero sólo siete han subido los 14 “ochomiles”, las montañas más altas del mundo. Si el estigma de género ya baja las probabilidades de conquistar los gigantes (con todo y los siete años promedio de preparación), ahora, ¿cuál es la probabilidad al ser mujer, mexicana, hidrocálida, que subió su primera montaña a los 30? Pues Viridiana Álvarez sube los porcentajes.
Ella se acaba de convertirse en la séptima mujer en subir las 14 montañas más altas de la Tierra. ¿Cómo lo hizo? Empecemos por su filosofía: “Nosotros creamos nuestras circunstancias”. Podemos analizar todas las cifras, pero cumplir sueños va más allá de la razón. Viri no puede explicar con números porqué arriesgó todo para alcanzar su primer gigante: su trabajo de siete años, su coche para financiar la expedición de 30 días, y más tarde… un anillo de compromiso.
“Al subir el volumen de esa voz interna, podemos encontrar sentido y propósito. Esa sensación lo vale. Hay más riesgo en no vivirlo que lo que podemos perder en movernos de lugar y hacer cambios. Mi mayor atributo es atreverme a intentarlo”, nos contaba desde Pakistán, a punto de subir su ochomil no. 11 con la expedición Gasherbrum I, para lograr el reto de 14 x 8000.
Dormir sobre hielo, el riesgo de avalancha, uñas rotas o amputaciones, escalar toda la noche o saber que 1 de 3 muere… es ahí donde se cuestiona: “¿Qué tanto lo quiero?”. Después de bajar con vida, su meta más grande —el mayor éxito— es crecer. La montaña es “una meditación activa”. Mientras la cima son sólo minutos, ella siente en cada paso hacia arriba (ninguno más importante que el otro), cómo cerca de la muerte aprecia más la vida.
Así ha ido desaprendiendo la “felicidad condicionada” (que muchos solemos vivir); un baño caliente o una cama, una plática o risa “se han vuelto igual o hasta más satisfactorios que cualquier cima. He aprendido que en el camino es donde está la felicidad o autorrealización: una filosofía que aplico en todos los aspectos de mi vida”.
Y claro, mientras 80% es mente y 20% cuerpo, en sus palabras, entre más se prepara más suerte tiene. Primero imaginó cómo eran las personas que suben el Everest y sus hábitos, luego los aplicó a su vida. Entrenando en el Picacho, lo que empezó con el Pico de Orizaba (2014) continuó hacia 2019 cuando se enteró, camino a Kangchenjunga, que podría romper récord como la más rápida en subir las tres más altas del mundo… y lo hizo.
Más allá del género, ella, que obtuvo su primera medalla por correr 10 km a los 28 años, rompe el paradigma del reloj de los sueños, sigue sus propios tiempos, además hay que “saber soñar”, pero existe otra variable: “La confianza en mí misma. No hay atajos, a veces se tendrán que probar muchos caminos antes de llegar al correcto. La magia sucede cuando la pasión se cruza y escuchamos nuestra intuición para que la chispa se encienda”.
Viri tampoco es tímida con sus sueños: “Colaborar con la ONU, ser piloto, escribir un bestseller, viajar al espacio…”. Hoy, como activista por los derechos de mujeres y jóvenes, siente “el compromiso de trasmitir un mensaje positivo a través de (sus) acciones, para que más personas se contagien de sueños y metas que han tenido guardadas en un cajón por muchos años”. Y sí, que este viaje de ocho años con más de 20 expediciones desde Argentina o Chile hasta Nepal, Rusia o Tanzania sea sólo una etapa de su vida. “En 10 años me veo con una familia, varios libros, compartiendo aprendizajes y experiencias vividas entre gigantes”.
Ella está lista para darle espacio a otras cimas personales, pero claro, sin intimidarse por logros como un Guinness World Record: “¡Pero si apenas estoy empezando! No se trata de alargar la vida, sino de ensancharla”. Después de escucharla decir esto, en un mes, vimos en las noticias a la primera mujer de América en subir los 14 ochomiles. So what’s next?
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