La interacción del ser humano con su entorno es el punto medio donde la arquitectura y la naturaleza convergen. Ahí, donde el agua impacta contra un muro, Monica Sordo encapsula el sonido del romper de las olas en intrigantes piezas de joyería, recreando con formas orgánicas el recuerdo de crecer en Venezuela.
Si estás buscando una señal, es esta: puede que la vida nos llene de pequeñas pistas, pero si no nos tomamos un momento para respirar y observar, tal vez nunca lleguemos a encontrar lo que estábamos buscando; incluso, aunque haya estado siempre
enfrente de nosotros. Para Monica, el mensaje era bastante claro y estuvo ahí desde el principio. Con un padre dentro de la
manufactura, una madre orfebre y un esposo dentro del mundo de la joyería, el estar constantemente rodeada de joyas se con-
viritió en su entorno natural. Pero no fue hasta que su ahora mentora le dio un pequeño empujón que entendió que tenía vena de emprendedora y dejó el mundo editorial y las relaciones públicas para abrir su propia marca.
“Mi papá era un inventor y crecí con el ejemplo de ‘si te encuentras con un problema, estás en el lugar correcto’. Es ahí donde tienes la oportunidad de innovar y ser diferente al resto. Es la filosofía bajo la que trabajo con los maestros joyeros en Perú”. La belleza de las piezas de Monica Sordo trasciende la barrera del tiempo con un nivel de investigación, artesanía y manufactura que vuelve sus joyas únicas y duraderas.
Monica Sordo y la magia de observar
“Detrás de las referencias de mis diseños no hay necesariamente algo que ya existe y era particularmente bonito. La belleza no se trata solamente de ser un placer visual, sino de la historia que te transmite un objeto y la experiencia de cómo te hace sentir todo en conjunto. Es la emoción de caminar en las calles y ver donde los demás no lo ven”. Pero hay un motivo que permanece constante entre colección y colección, y podríamos describirlo como el hilo conductor que dirige la trama de la marca: el amor por el lugar que la vio crecer.
“Tengo la suerte de poder ver un poco más allá de
la belleza convencional y siempre encontrar algo bello a donde vaya”.
“A pesar de que llevo tanto tiempo fuera de Venezuela, tuve una gran influencia del modernismo latinoamerica- no que empezó justo ahí. Pero los sentimientos que me traen recuerdos siempre están presentes: un día de playa con la familia, la temperatura del agua y cómo rompen las olas”. Aquí, la arquitectura se fusiona con su práctica, y hoy amplía sus horizontes hacia el diseño de mobiliario con la pieza Taguao, una nueva etapa que se enorgullece de poder compartir con su papá: “Ha sido una forma de regresar a mis raíces y reconectar con Venezuela. Diseñamos unas lámparas de neón que giran 360 grados para que pudieran dibujar diferentes formas y ambientes”. Unidos por el diseño y la ingeniería, es donde Monica encuentra un espacio seguro para experimentar, ser y evolucionar en todas sus facetas.
¿Qué sigue para ella? Hoy se enfoca en la lección más grande que ha aprendido durante su recorrido: el arte de saber estar presente. “Al final me doy cuenta de que todas las referencias están ligadas a mi niñez, así que quiero seguir creando esas memorias ahora rodeada de mi familia”.
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