Desde que mi universidad dio el anuncio de que se tomarían clases en línea he vivido como estudiante cada palabra del famoso dicho: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.”
No les voy a mentir, lo primero que pensé cuando supe que se suspenderían las clases presenciales fue de “uf que alivio.” Ya no tenía que entregar la tarea de esa semana, ya no me tenía que levantar tan temprano y empecé a pensar que por fin podía maratonear una serie, hacer más ejercicio, leer, etc. Hable muy pronto.
Mi primera semana de encierro fue como estar de vacaciones, retome mis hobbies, abrí el libro que había dejado olvidado y empecé un nuevo proyecto… era feliz haciendo lo que quería hasta que mis maestros descubrieron Zoom (hasta mi maestra de setenta y tantos años que domina la plataforma por cierto).
Ahí me di cuenta de la realidad, no son vacaciones, cuando el periodo de ajuste terminó, me cayó toda la carga de trabajo de sentón. Mi segunda semana fue muy intensa haciendo las tareas que me pedían, coordinando los trabajos en equipo, y además averiguando cómo funcionan todas las plataformas de videollamadas (las he usado todas ya, así que si tienen dudas pregunten).
Me impresionó realmente la rápida reacción de mi universidad, no se iban a perder más clases y todo continuaría de manera digital. En principio, no me percaté de lo que implicaba seguir mi vida de estudiante durante la cuarentena.
Soy diseñadora, así que hay un gran porcentaje de materias que son más prácticas que teóricas (primer problema), con las instalaciones cerradas y el material dentro, aprender ciertas cosas es casi imposible. Segundo problema, no sabes lo mucho que extrañaras a tus compañeros de clase hasta que ya no los ves, incluso a los que nunca les has hablado. Subestimé lo importante que es el contacto visual y la participación presencial; las clases no son lo mismo cuando no puedes intercambiar miradas o susurrar con tu amigo de a lado. Por último y mi tercer problema, mi casa no es ideal para estudiar, mi lugar de trabajo y de descanso tienen la separación de un metro, haciendo más fácil que me distraiga y por lo tanto, que termine de trabajar a la medianoche.
Es muy fácil sentirnos perdidos y desanimados en nuestra vida académica durante la cuarentena, los expectativas que teníamos, los planes, los proyectos, todo cambia. Pero te invito a que recuperes tus ganas de aprender y de seguir en contacto con tus amigos y compañeros.
Yo encontré que al chatear con mi amiga con la que platicaba durante mis horas muertas en la universidad; hacer video llamadas las tres horas de clase con mi equipo de trabajo y escribir a mis maestros con mis dudas, me ayudan a sentir mi vida estudiantil más normal. Me tengo que recordar constantemente que estudio lo que amo y me sirve muchísimo seguir en contacto con mis amigos y compañeros, aunque sea para platicar sin ningún fin académico.
Si tu tambien sientes a ratos que tus ganas de seguir estudiando son nulas, busca a tus amigos, escríbele a tu maestro con sugerencias de cómo puede mejorar y recuerda que todos estamos en la misma situación, así que nos entendemos mejor que nunca.
Por: Carmina Gutiérrez
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