Cada cuarto jueves de noviembre, Estados Unidos celebra una de sus tradiciones más emblemáticas: Thanksgiving. Una fiesta muy suya donde se reúnen la gratitud, la familia y la comida infinita. Con el tiempo, esta celebración ha cruzado fronteras y hoy también resuena en muchas otras culturas que la han hecho propia.
Pero aunque solemos asociarla con agradecimientos y mesas llenas, el origen detrás de Acción de Gracias es mucho más compleja (y bastante más oscura) de lo que nos contaron en la escuela. Aquí te contamos por qué.
Así fue el famoso “primer Thanksgiving”
Mucho antes de que los europeos llegaran a América del Norte, los pueblos indígenas ya realizaban rituales de agradecimiento por las cosechas. Un ejemplo es la Danza del Maíz Verde de los Cherokees, una ceremonia espiritual para honrar la abundancia de la tierra.
La historia popular nos habla de una comida en 1621 entre los peregrinos de Plymouth y la tribu Wampanoag. En realidad, fue más una celebración inglesa de la cosecha que un verdadero símbolo de hermandad. De hecho, los Wampanoag no fueron invitados formalmente: llegaron después de escuchar disparos, pensando que había un conflicto. Al darse cuenta de que se trataba de una fiesta, decidieron unirse y llevaron cinco ciervos para el banquete, aunque también hay dudas de que esta primera cena haya sucedido en realidad.
De este encuentro nace el relato de la mítica comida entre colonos e indígenas donde, supuestamente, compartieron sus diferencias alrededor de un gran festejo. Incluso el nombre lo refuerza: el término thanksgiving surge de la unión de thanks (gracias) y giving (dar).
¿Cuándo se volvió un feriado nacional?
Durante más de un siglo, Acción de Gracias se celebraba sólo en algunas regiones. Fue hasta 1863, en plena Guerra Civil, cuando Abraham Lincoln lo declaró feriado nacional para promover la unidad del país. Más tarde, Franklin D. Roosevelt movió la fecha para impulsar las ventas navideñas (sí, todo por el shopping), y finalmente en 1941 se fijó oficialmente el cuarto jueves de noviembre.
Así nació el menú clásico
No hay nada más iconic de Thanksgiving que su menú, pero la realidad es que en 1621 no hubo puré de papa, ni gravy, ni pastel de calabaza. Aquella primera celebración incluyó venado, maíz, mariscos, frutos secos y aves silvestres como gansos, patos y, posiblemente, pavos.
El pavo se volvió protagonista mucho después, sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la industria alimentaria lo impulsó como el platillo perfecto para alimentar a muchas personas de forma accesible. Hoy se consumen cerca de 46 millones de pavos cada Thanksgiving.
Con el tiempo se fueron sumando los acompañamientos que hoy no pueden faltar: el puré de papa, la salsa de arándanos, el relleno especiado y el famosísimo pumpkin pie, que empezó a aparecer en las mesas de Nueva Inglaterra desde el siglo XVIII. Incluso tradiciones como romper el wishbone para pedir un deseo vienen de costumbres antiguas heredadas desde Europa.
Y claro, con los años Thanksgiving también terminó abrazando el lado más comercial. Su cercanía con el Black Friday lo transformó en el inicio oficial de la temporada de compras, haciendo que la gratitud, la comida y el consumo quedarán, inevitablemente, en la misma misma mesa.
El lado oscuro de Thanksgiving
Pero para muchos, Thanksgiving no simboliza un encuentro amable entre culturas, sino el inicio de una historia marcada por la invasión y la violencia. La versión que durante años se repitió en libros y películas suaviza la realidad dura de la colonización de Estados Unidos.
En realidad, esta narrativa de “dar gracias” suele vincularse con una masacre ocurrida en 1637, cuando cerca de 700 miembros de comunidades indígenas, entre ellas la tribu Wampanoag, fueron asesinados en la colonia de la Bahía de Massachusetts. Aquellas matanzas incluso llegaron a ser celebradas por los colonizadores como “victorias”. Por eso, para muchos pueblos originarios, el relato del “primer Thanksgiving” no representa unión, sino el inicio de un largo proceso de genocidio.
Desde la década de 1970, distintas comunidades han resignificado esta fecha como el Unthanksgiving Day, un día de memoria, duelo y resistencia. Hoy, cada vez más personas buscan celebrar con mayor conciencia: informarse, abrir conversaciones incómodas, apoyar a comunidades indígenas o simplemente reconocer la historia completa.
No se trata de cancelar tu friendsgiving, sino de agradecer sin cerrar los ojos. Porque la verdadera gratitud también implica honrar la memoria y no borrar las heridas del pasado.
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