You are cancelled! Qué es y cómo afecta la cultura de cancelación
Moda

You are cancelled! Qué es y cómo afecta la cultura de cancelación

En 2023 se le llama cancelación, pero definitivamente no es el primer fenómeno de humillación pública en la historia. Lo que empezó como una wake-up call por parte de grupos marginados, hoy parece una persecución donde cualquiera con un celular puede ser justiciero de la era digital. Pero, ¿cuáles son los efectos de la cultura de cancelación y qué tan efectiva es?

Un delito de adulterio, una letra roja y una hora de humillación pública marcaban los días de Hester en La letra escarlata. Tras no querer revelar el nombre del hombre con el que había tenido un hijo fuera del matrimonio, vive condenada a caminar con una letra A en rojo escarlata para cargar con la culpa y ser señalada por “sus pecados” el resto de su vida. Años después, lo llamamos cancel culture, y aunque la A se reemplazó por una C, ¿qué tan diferente es el linchamiento social hoy al de 300 años atrás?

cultura de cancelación

¿Royal o víctima del Internet?

De cuento de hadas a la peor pesadilla del siglo XXI, las etiquetas de lady o lord pasaron de ser un título noble a la versión moderna de una letra escarlata. La promesa de Internet de generar comunidad a través de la conectividad, en muchos casos, ha traído más contras que pros cuando la gente se une a humillar a todo el que tenga un comportamiento cuestionable en una especie de democratización de la justicia, donde todos creemos que la podemos ejercer. El concepto ganó popularidad de la mano de movimientos sociales como #BlackLivesMatter y #MeToo, y tiene una estrecha relación con la cultura woke, que al buscar concientizar sobre las problemáticas de la sociedad, también persigue a sus responsables.

Pero así como ha funcionado como un mecanismo para hacer valer los derechos de minorías, la dinámica de poder en las conversaciones online se han visto muy distorsionadas, convirtiéndose en un marco binario: lo correcto vs. lo incorrecto, sin dejar espacio para medias tintas. Más allá de expresar inconformidad, es un ejército en la línea de fuego listo para brincar al combate ante el menor desacuerdo. Pero, ¿realmente es efectivo? El dicho “la mala publicidad no existe” cobra mucho sentido dentro de este contexto, debido a que en varios de los casos, la persona señalada no recibe consecuencias a largo plazo, pero sí una gran atención.

La cultura de cancelación en la moda

Cuando se trata de los personajes en la industria de la moda, perdonar y olvidar en el nombre del lujo es más común de lo que creeríamos; y a mayor poder, menor es el efecto. Por más miedo que logre infundir la cultura de cancelación, ha fallado en derrocar a las figuras más importantes y podría definirse también como un mecanismo de distracción, donde se viraliza un sólo responsable y se desvía la atención a otras problemáticas. Tal fue el caso del diseñador John Galliano, que a principios de los 2000 fue cancelado por comentarios antisemitas y hoy sigue al frente de la casa de Margiela. Las declaraciones le costaron su posición en Dior, pero con la ayuda de Anna Wintour reivindicó su camino. Uno de sus vestidos fue la imagen oficial de la exposición Chinese Whispers en 2015 y el mismo año aterrizó al frente de maison Margiela.

Lo mismo ocurrió con Balenciaga, que después del gran escándalo de su campaña BDSM con niños, volvió al calendario de Fashion Week con sus invitados habituales en el front row. Los números de seguidores en redes cayeron, pero el nombre de la marca fue mencionado 313 millones de veces en TikTok y fue Trending Topic durante dos semanas. A estas alturas podemos decir que no hay nadie que no conozca la marca en este planeta. A estos escándalos se sumó Schiaparelli también con un desfile de cabezas de animales hiperrealistas. Y sin embargo, después de ser cancelada, Margot Robbie usó uno de los vestidos de esa misma colección en el tour de prensa de Barbie.

A diferencia de muchas otras industrias, el carácter de “espectáculo” en la moda y su cercanía con otras formas de entretenimiento, la ha convertido también en mediática, algo que no vemos en otros sectores de lujo como el automovilístico, turismo o bienes raíces. Poco conocemos de las prácticas de estas empresas, sus estadísticas de género, inclusividad o estrategias ambientales, pero cuando se trata de moda, todo se sabe… y todos hablan.

Un nuevo vigilanti llegó a Instagram en 2014 y después de dos años apenas alcanzó los 1,000 followers. Hoy, con una comunidad de más de tres millones de personas, @diet_prada se encarga de señalar las inconsistencias de las marcas y sus personalidades, y aquí nadie se salva. Para una industria que recurre constantemente a la controversia como estrategia de marketing, en nombre de la creatividad y ventas, es importante entender que no se trata de un fenómeno aislado, sino que abarca una gran parte de esferas de la sociedad y su impacto es mucho mayor al que uno dimensiona en la pantalla.

Diseñadores como Víctor Barragán se han encargado de convertir la cultura de cancelación en una sátira para inspirar sus colecciones. Con cinturones con la palabra homophobe y otras más que podrían resultar insultantes para ciertas audiencias, el diseñador busca hacer frente a estas ideas de forma artística, ya que no se trata sólo de provocar a la gente por clics o engagement rate, sino de encontrar el significado detrás y saber cómo comunicarlo de la manera correcta.

Es aquí donde nos preguntamos: ¿es la cultura de la cancelación una amenaza para la creatividad? Así como en el arte, la moda surge a partir de un punto de inspiración, y con una sociedad hambrienta de contenido, la búsqueda de innovación es exhaustiva, la amenaza de cancelación es latente y el miedo de ofender hace que el creativo desconfíe de ir más allá. Sí, es un hecho que las marcas deben responsabilizarse y asumir las consecuencias de su mala praxis (la libertad de expresión no es sinónimo de libertad sin consecuencias), pero también es importante conocer el contexto dentro del que se desarrollan ciertas situaciones para no caer en una cancelación apresurada por mero entretenimiento o clics. Si las redes sociales son un espacio de conversación, también debería haber lugar para la reflexión y el diálogo.

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