Anti-moda: cómo los diseñadores japoneses revolucionaron la industria
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Anti-moda: cómo los diseñadores japoneses revolucionaron la industria

Durante la década de los años 80 y 90, los diseñadores japoneses iniciaron un nuevo movimiento que revolucionó por completo la industria. Te contamos sobre ello.

Cuando pensamos en la moda de los 80, lo primero que viene a la mente es el glamour de la década en Nueva York: Lentejuelas, brillos y bolas disco. Pero mientras que América se enfocaba en el exceso y derroche, un nuevo movimiento basado en la decadencia transformaba la percepción colectiva de la belleza.

“Para saber que una colección es buena, la gente tiene que estar espantada de ella; y en diez años la amarán”. – Rei Kawakubo

Los diseñadores japoneses durante la década de los 80 y 90

“Me rebelo, por lo tanto existimos”. Las palabras de Albert Camus en El hombre rebelde tomaron sentido en la moda en la década de los 90, describiendo de la forma más poética una resistencia de diseñadores japoneses que empezaban una revolución de forma silenciosa.

Mientras que Norteamérica gozaba de los frutos de la industrialización, la producción en serie, la popularización del minimalismo y la practicidad como la mayor expresión de estilo, Oriente empezaba a rechazar la narrativa de la belleza planteada por la moda en París y otras capitales europeas. ¿Qué es lo bello? Umberto Eco planteaba la belleza como aburrida y la fealdad como infinita, pero estrechamente dependiente de los ojos que la miran: “La fealdad es siempre un error de sintaxis y por eso es infinita, porque las maneras de construir una frase de forma correcta son escasas, pero las de hacerlo mal son infinitas”. 

El mismo término era planteado por Nietzsche como un espejo: “El hombre considera bello todo lo que le devuelve su imagen”. Para Rei Kawakubo, quien forma parte de los diseñadores japoneses más importantes, la moda era un medio artístico que permitía la proyección personal en un objeto de uso, que al romper con todo lo planteado como “bello” o aceptable, intensificaba el valor estético por las emociones que despertaba en el espectador. Con la aparición de estos diseñadores, el mundo empezó a mirar con otros ojos la moda, tal como Eco lo predijo. 

Sus piezas construidas de forma casi escultórica replanteaban la silueta del momento con voluptuosos vestidos que, en lugar de enmarcar las curvas del cuerpo, las deformaban. El cuerpo humano quedaba totalmente distorsionado y la infinita deconstrucción de las piezas pasó de ser fea a bella. Puede que no haya sido la primera vez que una prenda modificara el cuerpo, pero al contrario de sus predecesores (como el corset), no buscaba reducir la silueta para cumplir con un “estándar”, sino ensancharla y corromperla

Occidente perseguía sin descansar la perfección y Yohji Yamamoto la imperfección total: piezas desgarradas, dobladillos deshechos, costuras sueltas y básicamente acabados sin terminar. A pesar de ser bautizados como “los diseñadores japoneses”, la primera vez que Occidente vio sus colecciones resultó también como una sorpresa para Oriente. La estética gótica de siluetas holgadas y profundos negros no era nada como lo que la gente usaba en Japón, pero era claro que el común denominador entre estos diseñadores no era sólo su origen, sino su rebeldía ante todo lo escrito.

 El color negro inició una revolución, que en palabras de Kawakubo representaba la fuerza y no sólo era un color más, sino toda una paleta. Sin duda un tono polarizador, que en Japón podía significar un origen rural o el estatus noble de un guerrero. Puede que la reconstrucción de Japón de la posguerra y la abstracción del arte hayan influenciado en la estética de Yohji, pero su misión era clara: eliminar elementos de diseño para desasociarse del género y las clases sociales, una rebelión al “colonialismo americano”. Lo que empezó como un experimento subversivo resultó en una nueva ola de diseñadores, haciendo una segunda parada en Bélgica, donde poco a poco se unieron apellidos como Margiela, Demeulemeester y Simons y Lang, en Austria.

Bélgica y el centro de la NO-MODA

Conocido como el padre de la deconstrucción, Martin Margiela encontró la belleza escondida en el interior de las prendas. Irónicamente, la sublime construcción de la sastrería, que usualmente se escondía recubierta de capas y capas, era ahora protagonista de sus colecciones, dejando costuras, entretelas y hombreras al descubierto como un acto irreverente que ningún diseñador parisino se habría permitido en la época. 

Raf Simons siguió sus pasos explícitamente, cambiando de carrera de Diseño de muebles a Diseño de moda después de ver uno de sus desfiles. Una joya más de Antwerp y miembro de los Antwerp Six, Ann Demeulemeester fue una de las pioneras en la moda andrógina, sacando al espectador del papel que la sociedad lo ha hecho creer que tiene que seguir. En ocasiones, sus desfiles presentaban a modelos de más de 80 años, con lo que buscaba probar el punto de que la belleza no reside en la eterna juventud como muchos nos hacen creer.

¿Realmente puede existir una antítesis cuando todo “está de moda?

Podríamos marcar la eliminación del género en la moda como uno de los pilares principales de esta revolución. Por su parte, Raf Simons redefinió la masculinidad con siluetas simples y Helmut Lang le siguió. En la actualidad, dentro del contexto de la moda contemporánea y la hibridación de lo mainstream con lo avant-garde, el slow-fashion con fast-fashion, ¿podemos realmente marcar una línea entre lo que es antimoda y meramente moda? Aunque el significado del término ha evolucionado en medida que cambian las tendencias, podríamos definir también el consumo consciente como un acto radical, que aparece como respuesta opuesta al hiper consumismo del fast fashion en la actualidad. 

Si nos basamos meramente en la estética planteada en los 90 y la forma en la que se traduce en pleno 2023, aparecen en nuestra mente disruptivos diseñadores como Han Kjobenhavn, Jun Takahashi, Gareth Pugh o Chitose Abe. Hoy la antimoda se define por la incertidumbre del tiempo futuro, el fin como el inicio de colecciones de diseñadores como Rick Owens, que presentan un encanto distópico de la vida después del fin de los tiempos. 

Siluetas llenas de volumen, materiales poco convencionales, desgaste intencional, tonos terrosos y básicos subversivos que han perdido total función en una nueva forma de vestir salida de una película de ciencia ficción: como si Lady Gaga circa 2009 y Blade

Runner 2049 tuvieran un hijo. A medida que la moda adopta ciertos tintes de fantasía como un medio de supervivencia ante las crisis ambientales y sociales, la antimoda le hace frente a la realidad y diseña para el caos próximo, un tema en el que muchos no quisieran ni pensar.

En un ciclo continuo de tendencias, la evolución de la moda se alimenta de los transgresores, mientras que la antimoda crece como una reacción a la moda “oficial”. Dentro de este parámetro, podríamos entonces tomar en cuenta también como un acto de rebelión no sólo los diseños subversivos o irónicos, sino todos aquellos hábitos de consumo que salen de lo que dictan las tendencias o la moda misma.

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