La primera vez que Cassandro apareció en el cuadrilátero, el público presente lo abucheó. Sus movimientos ágiles y su coquetería tomaron por sorpresa a los espectadores: se veía así el nacimiento de un luchador de la comunidad LGBT+,abiertamente gay, que ya no participaba como cómplice de un show armado, sino como el primero que se atrevió a pelear con la intención de ganar.
Hay algo cautivador en la personalidad de Cassandro, así lo demuestran los trabajos de directores que en la última década le han hecho cortometrajes y documentales para retratar su vida. La primera vez fue de la mano de Michael Ramos-Araizaga, en 2010 y, posteriormente, la francesa Marie Losier hizo el documental Cassandro el exótico, en 2018; en ellos abarcaron aspectos como su carrera, pero también las lesiones en el cuerpo que había sufrido el protagonista tras casi 30 años en la lucha libre.
Ahora, en la cinta protagonizada por Gael García, Roberta Colindrez y Bad Bunny, el director Roger Ross Williams, también documentalista, da el salto a la ficción (ya puedes verla en Prime) para desentrañar en una biopic el mundo de Saúl, no solo como figura pública, sino también en su vida fuera de los reflectores.
La actuación de Gael García en Cassandro
Gracias a la construcción del personaje, lo que pudo ser una explosión de colores o un exceso visual en pantalla, derivado de la personalidad colorida de Cassandro, resultó más bien en una historia que balancea bien la vida pública como la privada, y que deja ver la personalidad estrambótica del protagonista a través de pequeños destellos como sus actuaciones arriba del ring o sus sesiones de fotos en trajes icónicos.
Es precisamente en esos momentos donde Gael García luce su capacidad actoral al interpretar con sensualidad y sentido del humor a un luchador, que a través de sus actuaciones en el ring, es capaz de conquistar a un público que se muestra renuente al principio, pues coquetea con su masculinidad y los confronta con sus propios prejuicios, para finalmente cautivarlos. Así, somos testigos de cómo comienza a hacerse de un nombre y del aprecio de las personas.
En ese sentido, la película nos habla de cómo las disidencias sexuales son un poco más aceptadas por la sociedad cuando son figuras públicas. Parte de la música que acompaña las escenas más cruciales de Cassandro son canciones de Juan Gabriel, ícono queer y también uno de los más grandes artistas mexicanos; él y Cassandro son un paralelismo de personas de la comunidad LGBT que se ganaron el aprecio del público arriba de los escenarios, quizá el único lugar donde el espectador está más dispuesto a escuchar, algo que no siempre se replica en el espacio contrario. Lo reitera así la última secuencia, donde un jóven le dice al protagonista que gracias a él, su padre pudo aceptarlo por fin.
Tal y como mencioné al principio, la cinta no solo mira al show business, pues una vez abajo del ring, cuando Saúl deja de lado su alter ego, podemos ver otras interacciones como el vínculo que comparte con Yocasta, su madre, quien lo crió sola, una vez que el padre se alejó al enterarse de las preferencias de su hijo.
Ambos tienen un mundo propio donde su relación toma tintes de camaradería, aunque en ocasiones esta se ensombrece por las heridas del abandono. Sin embargo, esa principal influencia en la vida de Saúl, lo acompaña hasta en los trajes que viste: aquel vestido con estampado de leopardo que siempre le gustó de su madre, él lo lleva ahora confeccionado a su manera.
Para un personaje tan retratado como Cassandro, la película de Ross Williams parecería otra aproximación desde un género distinto, sin embargo, esta cinta biográfica aprovecha el recurso de la ficción para mostrar un personaje con varias capas, miedos y relaciones personales que marcaron su camino, al mismo tiempo que permite ver una de las mejores interpretaciones de Gael García, cuyos matices probablemente surgieron de su experiencia actoral para ampliar su interpretación de Saúl.
Por: Grecia Juárez
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