¿Ya conoces París, Roma o Barcelona? Entonces es momento de cambiar de ruta. Porque sí, amamos las postales de la Torre Eiffel, el Coliseo y la Sagrada Familia, pero Europa tiene mucho más que ofrecer que solo sus ciudades más famosas y llenas de turistas.
Si ya tachaste de tu lista los destinos más icónicos, prepárate para descubrir rincones igual de encantadores, pero con una dosis extra de calma, autenticidad y magia local. Desde pueblos junto al mar con vibes de película hasta ciudades con historia, diseño y gastronomía increíble (y sin filas interminables), hay todo un continente esperando a ser explorado sin multitudes de por medio.

Así que, te compartimos 7 destinos europeos que deberías considerar en tu próxima aventura. Perfectos para quienes buscan experiencias distintas, más relajadas y con el encanto intacto. ¿Lista para planear un viaje diferente?
Destinos europeos que deberías considerar si ya fuiste a las ciudades más turísticas
Málaga, España
Si ya viviste la experiencia clásica de Barcelona, Málaga es una joya en la costa andaluza que combina mar, arte y gastronomía sin avalanchas de turistas. Con su clima cálido todo el año y playas como La Malagueta, la ciudad te ofrece un estilo de vida relajado a pocos minutos del centro. Recorre el Museo Picasso Málaga o el Centro Pompidou y disfruta del arte en espacios menos concurridos que los grandes museos europeos. Sube al castillo de Gibralfaro y contempla la vista sobre el Mediterráneo y la Alcazaba, todo con una atmósfera más íntima.
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El casco antiguo es encantador: plazas con vida local, tiendas de diseño independiente y tabernas donde probar espetos de sardinas o pescado frito con una copa de vino dulce local. Además, puedes combinarla con escapadas a Ronda o Nerja para disfrutar de pueblos blancos y cuevas menos masificadas. Málaga es ideal para quienes buscan playa, cultura y autenticidad sin renunciar a comodidad ni rincones muy instagrammeables.

Aarhus, Dinamarca
Dinamarca es mucho más que Copenhague, y Aarhus es la prueba viviente. Conocida como la “Ciudad de la Sonrisa”, es la segunda ciudad más grande del país, pero conserva un encanto acogedor y una rica herencia cultural. Imagínate viajando en el tiempo en Den Gamle By (El Pueblo Antiguo), un museo al aire libre que recrea la vida danesa de siglos pasados con casas históricas y calles empedradas. Es como un cuento de hadas de la vida real. Si tienes hambre, disfruta de la gastronomía local con un toque Michelin en restaurantes como Substans o Frederikshøj, donde se aprovechan ingredientes del mar Báltico como ostras y trufas.
Este lugar es ideal si buscas estilo escandinavo auténtico, arte contemporáneo y espacios abiertos, pero sin las multitudes de Copenhague.

Lyon, Francia
Como alternativa a París, Lyon presume de historia romana, gastronomía excepcional y un skyline urbano amable. Considerada la capital culinaria de Francia, aquí se come en tabernas tradicionales llamadas bouchons donde se disfruta auténtica cocina local. También está el barrio antiguo (Vieux Lyon), con sus traboules (pasajes secretos entre edificios renacentistas) y vistas desde la colina de Fourvière.
La Presqu’île, entre los ríos Ródano y Saona, combina diseño urbano con boutiques independientes, galerías de arte y terrazas con encanto. Lyon atrae viajeros que disfrutan de mercados al aire libre, museos de arte fino e historia, y un ritmo “slow travel” que permite saborear cada momento sin la presión turística de París.

Parma, Italia
Olvídate de las multitudes de Florencia o Venecia y déjate seducir por una ciudad que es una oda a la buena vida. En pleno corazón de la región de Emilia-Romaña, conocida como el “Valle de la Comida” de Italia, este destino es famoso por dos estrellas gastronómicas: el queso Parmigiano Reggiano y el jamón que lleva su nombre. Pero su encanto va mucho más allá de lo que hay en el plato.
Aquí todo invita a recorrer sin prisa: su centro histórico es compacto, perfecto para explorar a pie o en bici, y está lleno de arte, arquitectura y cultura. No te pierdas la majestuosa catedral y el baptisterio románico, verdaderas joyas medievales. El Palazzo della Pilotta, con su Galería Nacional, guarda obras de artistas como Correggio y Leonardo da Vinci, y suma puntos si lo tuyo es el plan museos con café en mano.
Y claro, la magia se completa en las trattorias familiares, donde cada plato de pasta fresca o embutido curado es un abrazo al paladar. También vale la pena visitar espacios dedicados a sus delicias locales, como el Museo del Parmigiano Reggiano o el del Prosciutto.

Sofía, Bulgaria
¿Te animas a explorar Europa del Este? Sofía, la capital de Bulgaria, es una de esas ciudades que sorprenden sin esfuerzo. Menos conocida que otras capitales, pero igual de rica en historia, cultura y arquitectura. Y lo mejor: es mucho más económica, lo que significa que puedes comer delicioso, hospedarte en lugares cool y moverte con facilidad, sin que tu cartera sufra.
Aquí, las ruinas romanas se mezclan con iglesias ortodoxas, mezquitas otomanas y edificios de la era socialista, creando un paisaje urbano único y lleno de contrastes. No puedes perderte la Catedral Alexander Nevsky, imponente por fuera y detallista por dentro. También está la Iglesia de Santa Sofía, una de las más antiguas de Europa y que, fun fact, le da nombre a la ciudad.
Sofía tiene un ambiente relajado, pero con una energía cultural vibrante. Hay museos, galerías, cafés alternativos y vida nocturna que va desde bares con diseño brutalista hasta terrazas bohemias. Y si quieres probar la auténtica cocina búlgara, date una vuelta por el Mercado Central y lánzate a descubrir sabores nuevos (spoiler: el yogur búlgaro y el banitsa son un must).
Es el tipo de lugar donde cada rincón tiene una historia y cada plan se siente genuino. Perfecto para quienes buscan algo distinto, más auténtico y con alma propia.

Maastricht, Países Bajos
Si creías que los Países Bajos eran solo Ámsterdam, prepárate para enamorarte de Maastricht, una ciudad encantadora al sur del país que combina lo mejor del diseño holandés con un aire francés irresistible. Ubicada cerca de la frontera con Bélgica y Alemania, este destino tiene una vibra europea muy chic y mucho menos turística que otras ciudades neerlandesas.
Las calles empedradas del casco antiguo, sus puentes sobre el río Mosa y las boutiques independientes crean el escenario perfecto para perderse sin rumbo. Aquí, el café se toma lento y con estilo, en terrazas que invitan a ver pasar la vida sin prisas. No te pierdas la Librería Boekhandel Dominicanen, ubicada dentro de una iglesia gótica: uno de esos lugares que parecen sacados de Pinterest.
Maastricht también tiene una fuerte identidad cultural y universitaria, lo que le da una energía joven y creativa. Además, su oferta gastronómica es top: desde pastelerías con influencia belga hasta restaurantes contemporáneos que apuestan por ingredientes locales. Y si eres amante del vino, estás a un paso de la región vinícola de Limburgo.
Ideal para una escapada romántica, con planes tranquilos, mucha estética y ese encanto que solo tienen las ciudades que aún no han sido invadidas por el turismo masivo.

Berna, Suiza
Cuando pensamos en Suiza, lo primero que viene a la mente suele ser Zúrich, Ginebra o Lucerna… pero Berna, la capital del país, tiene un encanto discreto y súper fotogénico que merece más atención. Menos turística, más tranquila y con ese aire suizo de postal que nunca falla.
Su casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, parece sacado de un cuento: calles adoquinadas, fuentes centenarias, fachadas medievales con toldos de colores y arcadas que invitan a recorrerla sin prisa, llueva o truene. Aquí todo se siente pausado pero sofisticado. No dejes de visitar la Torre del Reloj (Zytglogge), caminar junto al río Aare y, si te animas, darte un chapuzón en sus aguas cristalinas durante el verano (sí, los locales lo hacen).
¿Fan del arte y la cultura? El Centro Paul Klee y el Museo de Arte de Berna son imperdibles. Y como buena ciudad suiza, también hay chocolate artesanal, quesos irresistibles y cafeterías con mucha onda para pasar la tarde viendo pasar tranvías y bicicletas.
Berna es perfecta para quienes ya visitaron los clásicos y quieren descubrir una capital europea más relajada, llena de historia, con estilo y cero prisas.

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