Una psicoterapeuta de pareja nos da sus tips para relaciones
Estilo de vida

Una psicoterapeuta de pareja nos da sus tips para relaciones

“La mayoría de los problemas no tienen solución y eso no significa que la pareja no funcione. Fijar un acuerdo se hace con base en lo que se puede cambiar y lo que no se puede cambiar o lo que el otro no quiere cambiar”, de esto y más no habla la psicoterapeuta Tere Díaz Sendra.

Autora de ocho libros, entre ellos, ¿Por qué nos mentimos si nos amamos? o Cómo identificar a un patán, Tere también es conferencista, coach estratégico empresarial y docente. En 2004 fundó la Psicoterapia La Montaña, un grupo de 120 terapeutas que brindan ayuda y acompañamiento piscoterapéutico a través de sesiones virtuales.

Todo lo que nos confesó la psicoterapeuta de pareja, Tere Díaz Sendra.
Tere Díaz Sendra

Si la terapia todavía arrastra estigmas, ahora imagina la terapia en pareja…

Una de cada cuatro personas tiene algún tema de salud mental y, como menciona Tere, puede ser algo tan “orgánico” como temperamentos ansiosos, temperamentos obsesivos, estructuras de personalidad. Ahora ¿qué tan necesaria es la terapia en pareja?

Evidentemente, es momento de desmitificarla. “La terapia arrastra un estigma de locura, enfermedad… vergüenza respecto a no saber cómo tratar con tus dilemas humanos. A nadie le da pena decir que fue al doctor porque tiene diabetes. Pero terapia da pena porque para muchos la salud mental entra en el catálogo de lo moral: esa persona está ‘mal’ porque no sabe cómo manejar su vida o es un incompetente. Yo no entiendo por qué cuando la gente consulta un abogado, un fiscalista o un arquitecto para comprar una casa no le ven problema. Hay gente que ha llegado conmigo porque se van a casar, porque van a tener un hijo y quieren prepararse, como prevención”. 

Pero nos estamos adelantando, empecemos por lo básico.

Todo empieza con el amor

Desde la antigua Grecia hasta la psicología contemporánea, los humanos más sabios se han empeñado a definir, categorizar y explicar el amor en diagramas que me regresan a clase de lírica y matemáticas. 

¿A qué se asemeja el término “enamorada”? ¿“Amor storgé” como describen los griegos del amor estable? ¿“Amor consumado” como lo llama Robert Sternberg en su teoría triangular?¿Encaprichamiento alimentado por una de las sustancias químicas más estimulantes de la naturaleza? Bueno, este último, lo dudo, porque con teorías más sencillas como la de Elaine Hatfield, sólo hay amor apasionado o compasivo, y el primero, dura entre 6 y 30 meses. Aunque eso suena como una frase que le robamos a la amargura en persona; cuando creces “en” y “con” una relación, entiendes a qué se referían con “la llama se apaga”. 

Libros como Why We Love (2004) explican por qué el amor romántico, ese ímpetu e impulso —a veces más poderoso que el hambre— no puede durar para siempre. Sencillamente, el cuerpo y el cerebro no nos da: ¿quién puede vivir eternamente soñando despierto? La naturaleza nos proporciona pasión para ir en busca de esa persona, pero luego llega la tranquilidad para construir hacia afuera, así que eso de “eres mi mundo entero día y noche”, es un invento humano, y muy peligroso.

De hecho, uno de los grandes problemas actuales es que, las mujeres particularmente, estamos predispuestas para que el proyecto de vida sea nuestra pareja, como lo explica la psicoterapeuta Tere Díaz. “Te puedo poner ejemplos de mujeres que me dicen ‘recomiéndame un terapeuta porque me siento satisfecha con mi vida pero estoy sola’. Estamos más socializadas para que el amor sea nuestro principal proyecto de vida. Muchas mujeres piensan ‘es una fregona, pero está sola, pero no tiene hijos’, todavía hay un estigma de la mujer”. 

Si hay algo que hoy le intriga a Tere sobre el amor es la gran diferencia entre hombres y mujeres

Ambos lenguajes de género chocan con las transformaciones sociales, haciendo más difícil relacionarnos. En pocas palabras, cargamos con paradigmas desesperados por avanzar. “Está la sociedad patriarcal, donde los hombres tienen muchos privilegios de género (incluido el tema de que hay tantas mujeres locas por el amor que les aguantan cada cosa).

Por otro lado, hay más mujeres preparadas maduras y hombres en proceso de crecimiento, pero hay un desbalance. A la mujer todavía le cuesta romper paradigmas y no dejamos de romantizar el amor del hombre que ‘me cuida me salva, me mantiene, es más alto’ y ahí están hombres buenos, pero que a veces ganan menos o tienen menos escolaridad”. Me dice una terapeuta, sorprendida que en el 2025, lea cada fin de semana en su foro de Instagram “Verdadazos” preguntas como “¿le digo o no le digo que es cinco años menor que yo?” ¿Qué hombre se cuestiona eso?  

Hay una explicación biológica de por qué queremos al hombre “más fuerte y rico

Long story short, recordemos que la monogamia nació hace 3,5 millones de años cuando nos volvimos bípedos. Caminando con dos pies, la mujer no podía cargar con la cría y hacer todo, entonces necesitaba de un compañero que la protegiera y ayudara. Además, el canal de partos se hizo más estrecho: el embarazo se acortó y la infancia se alargó (más trabajo para los padres).

La monogamia resultó más práctica para el hombre: ubicar quién lleva su ADN y saber exactamente en quién invertir sus fuerzas. Eso no es nada nuevo, pero la realidad de hoy tiene un plot twist y Tere nos da los spoilers: “la hembra sí requería de un macho que proveyera, pero esto evolutivamente se sustituyó por la cosa admirativa. Para nosotras es más importante el hombre por el peso cultural que se ha puesto en alguien que sea ‘más’. Les cuesta andar con un hombre menos alto, con menos dinero…” . 

Entonces, ¿cómo eliges bien?

Esta es otra pregunta que frecuentemente le hacen a la experta. “Hay una desesperación de estar acompañado. Eliges mal, no eres claro (‘sí, pero no’) o ‘hay que fluir, pero vamos viendo’… elige bien a alguien que te dé ciertas estabilidades más no certezas totales. Y sé más cauteloso si vas a tener hijos con esa persona”.

Claro está que la palabra “elegir” tiene su truco, pues el mundo sería mucho más sencillo si escogiéramos de quién nos enamoramos. ¿Acaso será que cuando superas ese amor descontrolado adolescente, se puede madurar y enamorarse con más conciencia? Entonces, le pregunto a Tere, ¿puedes entrenar la mente para que te atraiga el indicado?

“No es que entrenes la mente. Yo creo que tiene que haber una compatibilidad básica y la más primitiva es el olfato. ¿En qué sentido? Hay gente que puede ser guapísima pero hay algo en el humor que es muy inconsciente, te acercas a esa persona y hay algo raro. Creo que también estamos muy condicionados para un tipo físico (o porque nos gusta o porque son cosas sociales como el tema de la gordofobia o el abuso por la delgadez extrema que ni es natural).

Sí hay un componente de gusto estético… pero, si no sentimos atracción inicial, nos cerramos completamente a que la convivencia, el apoyo, el cariño, el sexo la buena compañía genere —no un enamoramiento arrebatado y loco— pero sí un apego y un gusto por estar con esa persona”. 

Ambas coincidimos: “somos seres que tenemos carencias, pero te puedes enamorar de alguien con quien no sientes ese jalón inicial”

De hecho, esos “jalones de horror”, son los más peligrosos, porque vienen con un componente inconsciente muy alto en general. Como dice Rafael Manrique, un amigo a quien Tere me permite citar, “la gente que se enamora más locamente son los adolescentes o las personas en crisis”.

La idea de amor como locura es muy vieja, desde que Platón sentenciaba que “el amor es una enfermedad mental muy grave”. Aún así, no nos engañemos, todos quisimos vivir ese arrebato que produce mariposas, que tiene soundtrack, que te hace olvidarte de la fecha… el verdadero problema es que nos hemos condicionado a pensar que el enamoramiento es requisito para amar. 

Como este, hay muchos mitos en torno a las relaciones, como por ejemplo la idea romantizada de “el amor duele” (¡no, duele todo con lo que lo confundes!). O, también, seguimos enfrentando el estigma sobre la terapia en pareja: mentes que opinan algo así como “con alguien que se divorció, ¿qué va a saber ella de construir un matrimonio?”. Sí, hay falsas creencias muy transparentes, pero hay otras ideas acusadas de mito que últimamente nos intrigan mucho, entre ellas; la idea de estar con una pareja para siempre. 

¿Aún estamos hechos para estar juntos?

 “Las relaciones que duran son las que pueden actualizarse”. Con menos ejemplos de familia tradicional y que “el matrimonio es cosa del pasado”… es verdad, es más difícil durar toda la vida, pero no por falta de amor o valores.

“Se hace difícil, porque no es lo mismo durar cuando vivíamos 50 años, y la mujer dependía completamente de un hombre que, aunque no lo quisieras, tenías que aguantar; a vivir muchísimos años, con una infinidad de posibilidades de dos personas. Antes, al señor lo mandaban al otro lado del mundo con la mujer; hoy veo parejas que truenan porque a ella le ofrecen algo mejor y él no se quiere ir. El mundo se ha hecho de una complejidad, las opciones son muchísimas, cambiamos más rápido de intereses de deseos, necesidades y valores. Y conseguir que vayamos marchando parejito 90 años ante dos carreras individuales que se unen se hace más difícil, no imposible”. 

Y, cuando parece imposible, porque la relación deja de sumar, terminar (bien) no es un fracaso 

Esta es la lección que comparte alguien que vivió 26 años casada. “Me recuerdo en el altar. Para mí sí fue un shock darme cuenta que el amor se puede acabar y que hay cosas que desgastan más rápido innecesariamente. ‘El amor todo lo vence, todo lo soporta’… pues no, es humano. Creo que parte del amor es que uno ama lo que fue y lo que logró en esa etapa de su vida. Y no porque se acabó no fue amor”. 

Nadie se casa o empieza un noviazgo serio sabiendo que terminará, pero yo, que crecí con “el amor es un volado”, apenas entiendo otra verdad: el amor no se trata de durar. Y los acuerdos que hoy nos parecen incómodos los revisitaremos cuando cambiemos y actualicemos nuestros sueños.

Por cierto, un buen amor abre puertas, así que no lo usemos como excusa para frenar nuestro desarrollo. Dicho esto, no nos confundamos, en cancha, nadie es experto. Con todas las lecturas firmadas por Tere Díaz y otros piscólogos que me quedan pendientes, sé que tal vez, me rompan el corazón, aunque, como dice Tere, eso duele, pero no mata. 

Más preguntas sobre las relaciones en pareja con Tere Díaz Sendra

Las parejas que duran son…

Las que renegocian cada X tiempo su relación en muchos sentidos. Conozco matrimonios que se separan y viven uno arriba y el otro abajo en el mismo edificio. Matrimonios que cuestionan su planteamiento sexual y cambian a algún acuerdo que no sea de total exclusividad. O simplemente cosas como ‘vamos todos los domingos con tus papás, yo ya no’… cosas así.  

¿Cómo funciona cuando no funciona? 

En la terapia de pareja de muchos terapeutas formados, como yo, puedes tener sesiones individuales (los veo juntos en una primera sesión, los veo separados en dos sesiones y luego los vuelvo a ver juntos) y cuando eso pasa, yo le digo a la persona: “Lo veo muy difícil por esto X o porque no lo veo listo; pero vamos a darle un punto: que vaya a terapia con un médico, etc”.

Al final, yo sí hago un planteamiento. Entonces cosas imposibles como celosos aguerridos cambian muy poco, hay hasta casos que se tienen que medicar… son unas obsesiones serias. Pero hay gente que no lo puede oír en el momento. A veces la pareja no está lista para separarse. O a alguien le falta la fuerza interna para los límites, pero quiere continuar de manera irreal. 

¿Cómo saber cuando tu dealbreaker es dealbreaker

Lo que te desquicia que es algo rígido, inamovible tienen que ver y puede ser un valor (austeridad, abundancia, orden, puntualidad, etc.) Normalmente cuando te ponen muy mal, tocan algo profundo: hay que ver qué parte es un valor y qué parte es un pequeño trauma (por ejemplo, si en tu casa cada vez que habrías el refrigerado no había, entonces necesitas seguridad).

Entonces, creo que hay que trabajar de dónde viene; cuando es un “dealbreaker” conecta con las dos cosas. Desde una carencia histórica construyes un valor pero lo rigidizas y eso da cuenta que implica un trabajo personal para que puedas negociar. Las negociaciones se basan en heridas, dolores y valores de ambos. 

¿Cómo podemos aconsejar y apoyar mejor a alguien que la está pasando mal en pareja? 

Si eres quien comparte, yo primero voltearía a ver a quién. A veces realmente tú no quieres, no estás lista o la otra persona es intensa. 

A los que estamos a lado: haz más preguntas que dar consejos. Es mejor aprender a escuchar. Investiga tú, “oye, pero te da miedo o dependes de él económicamente o tus papás no quieren”… infórmate antes de hablar. No opines solo por hablar. Observa de dónde compartes. Las mujeres podemos ser terribles y opinar desde el estigma: ‘ya dile que sí’ es una presión entre mujeres para tener pareja.

Si te harta porque es queja tras queja, entonces escucha y pon el límite. “Te escucho y te acompaño o ya lo hablamos, y prefiero no hablar, sabes lo que pienso y me perturba verte mal, pero creo que veo con más claridad que todo va para ningún lado; ve este libro esta terapia, porque yo no tengo las herramientas para ayudarte”. 

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