El estigma que hay sobre la “vida surfista”, la falta de apoyo en el deporte mexicano y la presión que genera el medio a fallar en el intento… esto y mucho más hablamos con Ana Laura González, la surfista que pone el nombre de México en alto, y sin embargo nos deja algo muy claro: “Me gusta crecer, ser fuerte, independiente, inteligente y estar preparada. No solamente soy una surfista, también soy una mujer que tiene muchos otros proyectos en su vida”.
Entrevista con la surfista Ana Laura González
Hace sólo un mes, la jalisciense que ha rankeado en el top 10 worldwide, quedó fuera del Mundial de Surf. Misma playa, misma lesión: dos años después de la primera vez que se enfrentó al miedo de regresar a las olas. “No entiendes por qué… me pasó lo mismo en el otro hombro y pienso: ‘Qué pasa, ¿no estoy lo suficientemente fuerte?’ Obviamente te cuestionas todo lo que has hecho”.
En un año tan importante, cuando estaba por ganarse el pase a los Juegos “Pana”, como parte del ciclo olímpico, recuerda cómo sucedió la útlima vez: “Me costó muchísimo regresar, era un trauma de ‘y si me vuelvo a lastimar’. El mar y su energía es súper fuerte, estás expuesto a movimientos que no controlas. Pero siento que el surf me ha hecho mostrarme a mí misma que el miedo es una línea muy pequeña en donde tú decides si eso te frena o te impulsa”. Esa línea la cruzó con su primera ola en Manzanillo, después de probar todos los deportes, viendo a su hermano desde la orilla, se propuso pararse sobre la tabla sin importar los golpes del agua. Meses más tarde era ella quien le enseñaba a él.
Pero aun probándose como una de las mejores en un mundial a los 14 años, este seguía siendo deporte para hombres, y su madre nunca la dejó sola, al viajar juntas de competencia en competencia. Pero también habían discusiones en torno a esta pasión y sus paradigmas: “Siento que el estereotipo de un surfista era como: ‘Seguro hay drogas, no estudia, es muy irresponsable y vive la vida de playa’”. Y ha cambiado desde que se volvió deporte olímpico, apenas en Tokio 2020, pero aún queda un largo camino por recorrer y Ana, quien empezó siendo completamente autodidacta viendo videos de YouTube y compitiendo por su cuenta, lo sabe. Es por eso que fundó Mujeres del Mar: “Todavía hace falta esta infraestructura para crear nuevos talentos y ayudarlos a desarrollarse para pelear a un nivel competitivo. Este proyecto se trata de traer un entrenador internacional, seleccionar a ocho niñas mexicanas y darles todas estas herramientas, crear un equipo donde puedan tener esta difusión, conseguir patrocinios y más recursos”.
Después de años invirtiendo tiempo y dinero en sus sueños, “porque si no es ahora: ¿cuándo?”, el reto más grande es hacerlo una profesión. ¿La clave? “Crecer en el deporte, pero poder diversificarlo hacia un trabajo, ser una persona mediática, dar conferencias, etc… son muy pocos los deportes en México de los que puedes sustentarte totalmente sólo por ser deportista”. Ana no busca oportunidades, las crea, dándole vuelta a los problemas, como sucedió con su primer accidente: “No sabía si iba a regresar y pensé: ‘Si no vuelvo a competir, entonces que toda esa experiencia que he vivido durante mis años competitivos sirva de algo”.
Seguramente otra joya saldrá de este nuevo reto donde el autodiálogo de creerse capaz rige las reglas del juego, algo que resuena a tope con la marca TAG Heuer, de la que es amiga, “don’t crack under pressure”. Hasta que la veamos en París 2024, ella se enfoca en acabar sus cinco materias para terminar su carrera y, eventualmente, una maestría, mostrar otra parte de su vida en redes, y, claro, prepararse y sanar para llegar a los preolímpicos más fuerte que nunca. Con esas ganas imparables que sintió la primera vez que estuvo fuera del agua, o tal vez tantito más.
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