Hablemos de cómo la bandera LGBTQ+ se volvió un referente de la modaFoto: Unsplash & H&M
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Hablemos de cómo la bandera LGBTQ+ se volvió un referente de la moda

La moda se ha pronunciado a favor de la diversidad sexual con colecciones que ostentan la insignia LGBTQ+. ¿Se trata de una reivindicación de derechos o un lucrativo negocio?

El 25 de junio de 1978, dos banderas de proporciones masivas irrumpieron en el cielo apacible de San Francisco. Durante semanas, su creador, Gilbert Baker, un veterano de guerra, drag queen y artista, había estado trabajando con otros activistas de los derechos de los homosexuales, tiñiendo y cosiendo franjas de telas multicolor. Su visión fue crear un símbolo reconocible al instante y proclamar el poder de su comunidad.

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Si la clave de un diseño sólido es su capacidad de trascender el tiempo y espacio, el arcoíris de Baker lo ha logrado con creces. Cuatro décadas después de su creación, la bandera ejerce como emblema del movimiento LGBTQ+ casi en cada rincón del planeta.

Antes de su muerte en 2017, el artista reconoció que la insignia había cobrado vida propia. En una charla con el San Francisco Museum of Modern Art, afirmó haber visto casi todas las adaptaciones imaginables, “pero nunca una gran pieza de moda”. Es probable que actualmente opinara diferente.

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El año pasado, en un emotivo homenaje estético y social, Christopher Bailey se despidió de Burberry anunciando el lanzamiento del Rainbow Check, una variación del estampado clásico de la firma, que además apoyaba económicamente a tres organizaciones benéficas. Lena Waithe, guionista, actriz y productora abiertamente homosexual, asistió a la gala del MET envuelta en una capa de arcoíris firmada por Wes Gordon para Carolina Herrera. Y este mayo, Saks Fifth Avenue y la Stonewall Inn Back Inniciative revelaron una colección cápsula polícroma en colaboración con Christian Loubutin, Proenza Schouler y otros 15 pesos pesados.

Históricamente, el color ha sido utilizado como herramienta de autoexpresión y protesta pasiva. Recientemente, el arcoíris, en particular, ha regresado al consciente colectivo gracias a las pasarelas. 

La agencia de investigación de tendencias WGSN predijo su resurgimiento hace cuatro años como parte de la estética maximalista (el efecto Gucci), pero también como consecuencia del carácter político que ha adquirido la moda: si hace dos años todos fuimos feministas, hoy todos somos LGBTQ+.

Los gigantes de la moda rápida como H&M, Primark y Target también han monetizado el orgullo gay, comercializando parafernalia con mensajes pegajosos –#LoveIsLove– y estampando arcoíris en sus camisetas fabricadas en países en vías de desarrollo, en los que la homosexualidad suele ser repudiada e incluso ilegal.

Entonces, ¿es la proliferación del arcoíris una estrategia capitalista? Seguro. De acuerdo con la Cámara Nacional de Comercio LGBTQ+, en Estados Unidos, el colectivo gasta 917 mil millones de dólares anualmente en bienes y servicios como ropa, comida y electrónicos. Para las marcas, mostrarse incluyentes repercute tanto en ventas como en engagement. Sin embargo, más allá de la arista de negocio, esta acción abre el diálogo en torno a la diversidad sexual. Lo que nos ponemos conforma un manifiesto por sí mismo, capaz de exponer nuestras creencias. El hecho de que tantas personas vistan el código cromático del movimiento es una señal de progreso.

Eso sí, la coherencia es imperativa. Antes de tomar prestado –no apropiarse– del distintivo LGBTQ+, las firmas deben realizar un examen de consciencia para asegurarse de que los valores que imprimen en su mercancía reflejan su cultura organizacional, así como contribuir activa y generosamente a lograr un cambio positivo para la comunidad que pretenden representar. FERNANDA  KURI

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