Greta Gerwig se divirtió haciendo la película de Barbie. Mientras la mercadotecnia se encargó todos los meses anteriores de vendernos una película sobre el mundo rosa y glamoroso de la muñeca más famosa de la historia, Greta sabía que lo que veríamos en pantalla no precisamente correspondería a una glorificación de ese mundo. Aunque de alguna forma nos lo advirtió, con el primer tráiler donde una Barbie gigante aparecía de la misma forma que el monolito en 2001: Odisea del espacio.
Si para una niña la casa de muñecas de Barbie es un lugar de juego, ese set de grabación también debió serlo para su directora. Gerwig se tomó la libertad de imaginar cómo sería un mundo dominado por las Barbies para luego imaginar cómo se vería esa realidad alterada por el patriarcado, a consecuencia de la visita de Barbie y Ken al mundo real, luego de que la protagonista empieza a tener pensamientos sobre la muerte, pies planos y sensaciones humanas.
Para hacerlo, la directora hizo referencia al trabajo de directores como Kubrick, Jacques Tati, Coppola; imaginó cómo sería la película sobre una muñeca e incluyó palabras como patriarcado o fascismo en su lenguaje, además de una sátira sobre los ejecutivos de las grandes corporaciones, la entidad de la mujer blanca salvadora y una mirada sobre la masculinidad.
Pienso en películas como Ruido (2022) de Natalia Beristain, que abordan la violencia de género y cómo a pesar de tener una buena intención cae en el error de incluir algunas frases hechas y desgastadas respecto al movimiento feminista en su guión, haciendo que se sienta poco genuino, debido a que la película se toma a sí misma en serio, y no es para menos, el tema que toca por sí solo lo es. Pienso también en películas hollywoodenses como Ocean’s 8 (2018) o Promising Young Woman (2020), que han querido sumarse a la agenda setting con torpeza e incluso reproduciendo discursos problemáticos sobre la equidad de género, que continúan poniendo a la mujer en el rol de educadora sobre las violencias ejercidas por los hombres o en un falso empoderamiento que se queda en la superficie porque no alcanza a darle más profundidad a sus personajes.
En Barbie ocurre distinto. A pesar de que muchas de sus frases las hemos escuchado con anterioridad y gritan a los cuatro vientos discursos sobre el poder de la mujer, aquí no se nota un calzador de por medio, porque la cinta no se toma a sí misma tan en serio, Gerwig sabe que está haciendo una sátira y que sus personajes habitan en un mundo donde es posible que las muñecas cobren vida. Y ese es el punto.
En una primera parte, cuando conocemos Barbieland todo resulta ser rosa y de plástico, como sería lógico, pero las Barbies tienen dimensiones e intereses: hablan de política, referencian a Proust, tienen una organización colectiva funcionando a la perfección. Todo esto mientras la corporalidad (o no) de Barbie al tomar una ducha o tomar agua está construida con detalles que, paradójicamente, la dotan de realismo. Una vez que ella cruza al mundo real, hay una secuencia entera que se dedica a mostrar la experiencia de habitar un cuerpo de carne y hueso y percibir nuevas sensaciones. La protagonista observa, respira y siente la experiencia de vivir, una decisión narrativa que incluso reta las convenciones del cine industrial, tomando en cuenta que se trata de un blockbuster.
Sin embargo, no todo es perfecto, algunos personajes llegan a perder su funcionalidad una vez que han dicho sus líneas más importantes, como ocurre con Sasha, una adolescente que una vez que ha mencionado todos los motivos por los que Barbie representa todo lo que está mal en la sociedad, queda un poco rezagada en el resto de la cinta. Algo similar ocurre con la construcción del motivo por el cual la protagonista recibe un llamado al mundo real, que no queda del todo claro, a diferencia de otras historias del subgénero de objetos inanimados que cobran vida, como en la película Life-Size (2000) o el mismo Pinocho, donde esa transición ocurre de manera simple, pero clara.
A pesar de esto, Greta Gerwig tuvo la inteligencia de hacer una película para el público masivo donde se habla de la experiencia femenina entretejida en un discurso anticapitalista que cierra con su mejor chiste: una visita y una frase inesperada que nos habla de que el camino de Barbie estereotipada para convertirse en una mujer real se ha completado y ahora es humana.
Por: Grecia Juárez
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