Si ya viste Paddington en Perú, entonces ya tuviste un vistazo a la actriz del momento, Carla Tous. Y si no la has visto, ¿qué estás esperando? Con solo 23 años, ya está dejando huella en la industria con su papel de Gina Cabot, donde comparte pantalla con gigantes como Antonio Banderas. Aunque ya había trabajado en algunas producciones españolas, esta película internacional la ha lanzado al estrellato y promete ser la próxima gran figura.

Con su talento y frescura, Carla transmite una energía única que conecta al instante con el público. La forma en que da vida a su personaje es simplemente cautivadora, y está claro que tiene un futuro brillante por delante. Si todavía no la conoces, este es el momento perfecto para seguir su carrera porque, sin duda, va a arrasar en los próximos años. ¡Esta es solo la punta del iceberg!
Platicamos con Carla Tous, de Paddington en Perú, sobre su carrera como actriz
Cuéntanos, ¿cómo empezaste a actuar?
Empecé bailando, pensaba que iba a ser bailarina y me metí de lleno en la danza, incluso tomé clases de interpretación para poder hacer musicales. Pero con el tiempo, me fui enamorando más de la actuación y dejé la danza un poco de lado, especialmente cuando comencé a tomarla más en serio. Entré en una agencia en España, Curanda, que me dio la oportunidad de audicionar.
La primera vez que estuve en un set, supe que eso era lo mío. Desde ahí me metí en cursos de actuación para seguir mejorando. Al principio lo hacía solo para complementar la danza y poder hacer teatro musical, pero al final terminé dedicándome completamente a la actuación y la danza quedó como un hobby.
Mi primer papel fue a los 8 años, y es una historia graciosa: fui con mi hermano mayor a una prueba para una película. Mientras él estaba en la prueba, el director de casting le preguntó a mi mamá sí yo también quería hacer la prueba. Mi mamá, sorprendida, dijo que no sabían de ninguna niña, pero el director insistió y me hizo pasar. Hice la prueba, ¡y me eligieron a mí en lugar de a mi hermano!
Desde tus primeros papeles hasta tu papel en Paddington en Perú, ¿cómo ha cambiado tu manera de actuar a lo largo de los años?
Al principio, me apoyaba mucho en mi imaginación y empatía, lo que me hacía fácil conectar con los personajes y lo que estaban viviendo. Ahora, me meto mucho más en lo personal, pensando qué de Carla hay en cada personaje. Mi visión de la actuación ha cambiado totalmente. Me abrió un nuevo mundo y desde entonces he enfocado mi trabajo de manera diferente. Antes, me separaba mucho del personaje, pero ahora veo cada uno como una versión de mí.
Antes, me curaba separándome . Ahora, cuando recibo un personaje, trato de ver qué podría entender yo de él, basándome en mi propia vida, en cosas que puedan parecerse, aunque no tengan que ser exactamente lo mismo. Así, al encontrar puntos en común, puedo desarrollar una nueva versión de Carla. Antes me curaba separándome mucho del personaje y ahora no me da miedo poner partes de mí y entender que realmente cada personaje no deja de ser una versión de mí, no algo totalmente nuevo.

Paddington en Perú es un proyecto enorme. ¿Cuál fue el reto de abordar una película internacional de esta escala?
El reto fue todo el proceso de la película. No hubo un solo día en el que no me sintiera en shock por lo que estaba viviendo. Desde vivir en otro país —estuve en Londres tres meses— hasta enfrentarme a una lengua que, aunque hablo bien, no es parte de mi vida diaria. Vivo en Madrid, soy de Barcelona, nunca he vivido fuera ni asistido a un colegio internacional. El inglés lo entendía, pero la cultura de trabajo, las reglas del rodaje, todo eso era un mundo nuevo para mí.
Llegué a Londres solo una semana o semana y media antes de empezar a rodar. Así que mis primeros días, mientras ya estaba en el set, todavía me estaba adaptando. No tuve tiempo de prepararme, de instalarme. Y claro, también fue un reto compartir escenas con esas estrellas que he admirado toda mi vida y lograr que no pareciera que me estaba desmoronando de la emoción. Fue todo un proceso entrar en un universo que ya existía. Siempre lo digo: entré siendo una niña de 22 años y salí siendo mujer. Fue una experiencia que no solo fue profesional, sino también de vida. Aprendí a hablar por mí misma, a poner límites, a estar cómoda en situaciones incómodas.
¿Cómo te ayudó tu origen cultural a aportar algo único a tu papel o trabajo en Paddington en Perú?
Yo creo que aportaba mucho, sobre todo fuera de cámara, porque hay una cultura de mucha separación entre el equipo artístico y técnico. Es un trabajo bastante solitario, porque en España se hace un trabajo en equipo total; comes con el de la cámara o el microfonista, hablas con los otros actores y compartes la green room porque es muy caro tener vans para todos los actores. Y fue muy bonito porque yo, con Antonio Banderas, llevamos esa cultura al set.
En el sentido de que, cuando cortábamos para comer, se me hacía rarísimo ir a comer sola, mirando el espejo, y le decía a Madi, mi compañera, ‘Madi, ¿puedo venir a comer contigo?’ Poco a poco, se fue creando como un eco, donde todos los actores empezaron a comer juntos, algo que nunca se había hecho en un set británico. Les encantó esa manera de ser más sociables fuera del horario laboral.

Como española, ¿cómo fue trabajar junto a una leyenda del cine español como Antonio Banderas? Cuéntanos sobre esa experiencia.
Sí, la verdad es que fue un regalo poder trabajar con él. Yo, obviamente, lo había admirado mucho antes. Además, él es un gran fan de los musicales y ha hecho muchísimos. Fue increíble, porque fuera de cámara, él me decía que siempre que necesitara algo, él iba a estar ahí.
El mayor consejo que me dio fue verlo trabajar. O sea, hay algo en él, no solo como profesional, sino como persona, que es realmente admirable. La forma en que trata a todo el equipo, a sus compañeros, a la gente que lo rodea, es algo único. Y ese consejo de simplemente observarlo, aprender de su humanidad, fue lo más valioso.
Hablando de tu pasión por el teatro musical y cómo comenzaste bailando, ¿cómo crees que estas dos disciplinas han influido en tu forma de actuar?
Ha influido muchísimo, y siempre digo que los actores deberían tomar clases de danza en algún momento, por dos razones. Primero, la danza me dio disciplina y me enseñó que, si quieres algo, tienes que trabajarlo. En danza, no hay nada que suceda por casualidad; hay mucho trabajo y sudor detrás de todo, y eso lo aplico en todas las áreas de mi vida.
Luego, está el control y la conciencia corporal. Entiendo perfectamente cómo funciona mi cuerpo, hasta dónde puedo llegar, cuándo me hago daño y cómo recuperarme. Y eso es imprescindible para un actor, tener esa conciencia corporal. Incluso, para prepararme para un personaje, he usado la danza para entrar en su mundo, entender cómo se relacionaría con el cuerpo. Lo aplico mucho, y solo estoy cruzando los dedos para que algún día pueda combinar las dos cosas en un proyecto. Me encantaría
Paddington es una de esas películas familiares que te hacen sentir bien. ¿Cómo te conectas con este tipo de mensaje que quieres transmitir al público?
Es una película que ojalá viera más gente, porque es para todos los públicos, literalmente. Todos van a aprender algo y los valores que transmite son preciosos. Hay algo en ese tipo de entretenimiento puro que quizás ya no disfrutamos tanto, porque ahora todas las películas tienden a tener un mensaje muy pesado o son demasiado dramáticas o cómicas.
Paddington es simplemente hora y media, de entretenimiento puro, de confort, de ver algo bonito. Sí, tiene un mensaje importante que llega a todo el mundo, es muy internacional, pero sigue siendo fácil de ver y agradable. Y en una vida como la nuestra, a veces se agradece poder desconectar, cerrar la cabeza y simplemente disfrutar de algo bonito.
Como actriz que ya ha crecido dentro de la industria, ¿qué consejo le darías a la Carla que apenas estaba empezando?
Creo que le diría dos cosas. Primero, que todo pasa por algo y que sueñen alto. En el sentido de que no sabes cuándo, pero tienes que trabajarlo porque todo es posible. Estamos en una industria y en un momento de la vida donde literalmente mañana podrías estar trabajando en Alaska, por ejemplo. Todo es posible.
Y, por otro lado, desidealizar la profesión. Es un oficio, un trabajo con sus partes buenas y malas, que hay que currárselo. Nadie regala nada. Es importante que no olvidemos que, aunque sea algo precioso y una pasión, la industria no te debe nada. Es precioso, es una pasión, pero sigue siendo un trabajo más. No lo pongamos por encima de otras cosas, porque también tiene su lado negativo.
Ojalá me lo hubieran dicho antes, y muchos de mis amigos también lo deberían saber. Es importante que los podcast de actores y actrices que hablan de estas realidades se hicieran más virales. Realmente creo que ahí es donde está el síndrome de pensar que esto es superfácil, todo glamour, sin saber que detrás hay muchos ‘nos’ y momentos de incertidumbre.
Explora más en: Instyle.mx