Ely Hopkins es la mente creativa detrás de la marca artesanal que ha recorrido desde México hasta Londres y Dubái. Es una compositora que expresa sus más profundas emociones a través de su arte, pero no escribiendo música, sino componiendo canciones que se “plasman” en la joyería.
En una ciudad pequeña y de sueños grandes, Ely Hopkins encontró en su tía un interés por la moda que muy pocos tenían. Después de que su tía fuera la primera generación de Diseño de modas en Tepic, Nayarit, decidió seguir sus pasos pero se dio cuenta que su verdadera pasión estaba en los detalles, aquellas pequeñas cosas en las que la gente no solía poner atención porque las daban ya por sentado.
Inició sus estudios en el London Collage of Fashion, y volvió a Guadalajara, donde nació su primera colección de joyas bajo el nombre de Jill Jill, un proyecto de graduación que reflejaba el amor incondicional de su madre (con quien comparte nombre). Hecho con retazos, resina y materiales completamente experimentales, cautivó a su maestra y predijo su futuro al decirle que no abandonara este camino hasta convertirlo en su realidad.
Así nació Jill Hopkins, una marca de joyería artesanal que nos cuenta, a través de texturas, la historia de su fundadora. Cada colección es un viaje en el tiempo a través de sus recuerdos, honrando sus raíces y resaltando las historias de la cultura del lugar que la vio crecer: “La colección Cora está dedicada a la cultura de los coras, en Nayarit. Es muy conceptual y probablemente no se entienda a simple vista, pero una vez que conoces la historia, todo tiene sentido”.
Cada pieza esconde un significado profundo, que más allá de sus estéticos diseños, busca conectar con el espectador a través de todo lo que representa. Pero todo cambió en el momento en que dio a luz y tuvo que cerrar la marca durante dos años: “Me faltaba el sueño, luchaba con la lactancia, trataba de dar todo de mí y más allá a mi niña. Fui dura conmigo porque no quería ser un fracaso y no podía aceptar que no podía hacerlo todo, pero pensando que nunca sería capaz de recoger los pedazos y volver, encontré una nueva yo, una nueva mujer; una nueva pasión, fuerza y determinación en la maternidad. Mi hija no podía crecer con esta triste historia, tenía que saber que no puedes rendirte sin importar las veces que caigas, sin importar lo difícil que es levantarse. Todo es posible cuando el amor está ahí”.
La colección Mother marcó el renacer de Jill Hopkins, un nuevo viaje como mujer renovada pero sobre todo, como madre amorosa. “Nunca me ha dado vergüenza, nunca escondo esa parte de mí. Las piezas representan quién soy y son un reflejo directo de mi personalidad. No me importa que sea muy personal o muy intenso, las piezas siempre van a la par de lo que vivo en ese momento”.
¿Qué sigue? El proceso de su próxima colección le ha funcionado de terapia y es el resultado de un par de decepciones y cambios emocionales que la marcaron enormemente. “Al final lo único que queda son puros huesos del amor, del tiempo y de las cosas…”.
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