Te contamos todo lo que hay que saber sobre los “hongos mágicos” que prometen ser la nueva terapia para la salud mental como antidepresivos, por qué todos hablan de psilocibina y cómo los hongutios psicodélicos hacen su comeback pasando de secreto mazateco a una revolución en psiquiatría.
Sí, hongosto es el mes de los hongos… y de reescribir la salud mental.

Hongos psilocibios: de rituales secretos a la terapia que podría cambiar tu salud mental
Yo también quedé intrigada cuando leí que los honguitos mágicos son la medicina del futuro y, al parecer, ya son toda una nueva rama de terapia que está siendo investigada y aprobada en países como Estados Unidos, Australia y Alemania.
Los hongos psicodélicos pasaron décadas en la lista negra. Hoy están regresando, no como moda hippie, sino como la gran promesa científica para tratar depresión, ansiedad y adicciones. Su compuesto estrella, la psilocibina, no solo altera la percepción: también reconfigura el cerebro.
Un dato demoledor: en estudios clínicos, dos sesiones de psilocibina fueron más efectivas que seis meses de antidepresivos tradicionales. Desde 2018, la FDA en Estados Unidos los considera una “terapia innovadora”.

Lo que pasa en tu cerebro
La magia no es mística: es química. Al transformarse en psilocina, la molécula activa receptores de serotonina y abre caminos neuronales que estaban bloqueados. Zonas del cerebro que nunca “platicaban” entre sí empiezan a hacerlo, y algunas de esas conexiones permanecen después de la experiencia.
Por eso tantas personas reportan cambios duraderos: menos ansiedad, más claridad y un alivio que no se siente como “un viaje”, sino como un respiro.
De carne de dioses a secreto mazateco
México tiene un papel central en esta historia. Mucho antes de que la ciencia los estudiara, los hongos psilocibios eran considerados sagrados por culturas mesoamericanas. Los aztecas los llamaban teonanácatl —“carne de los dioses”— y los consumían en rituales colectivos con miel y cacao.
En Huautla de Jiménez, Oaxaca, la tradición mazateca los mantiene vivos en veladas nocturnas guiadas por sabios. No se trata de entretenimiento, sino de medicina espiritual. Como se dice allá: “son medicina, no juego”.
María Sabina: la mujer que abrió la puerta
La curandera mazateca María Sabina (1894–1985) fue clave en llevar los “niños santos” al mundo. En 1955 permitió al etnomicólogo R. Gordon Wasson asistir a una velada y este publicó la experiencia en la revista Life: “Seeking the Magic Mushroom”.
El artículo encendió la fascinación global por los hongos —se rumora que hasta los Beatles viajaron a conocerla—, pero también le costó caro: su comunidad la acusó de “vender” su cultura. Ella misma advirtió: “La fuerza de los niños santos ha disminuido porque los han tomado como un juego”.
Su historia resume el dilema que sigue vigente: ¿qué ocurre cuando los saberes ancestrales se ponen de moda?
Lo que nos contó una terapeuta especializada en adicciones
El turismo psicodélico, yes, it’s a thing, ha banalizado la medicina sagrada. Jóvenes sin formación ofrecen ceremonias exprés. Mientras tanto, países como Jamaica y Costa Rica son destinos psicodélicos por su legislación relajada. Ante esto, terapeutas comienzan a intervenir, porque han visto la necesidad de integrar.
Una especialista en adicciones me platica cómo se sumergió a esta psicoterapia: “Pacientes o gente nueva me llegaba confundida y preocupada: ‘tuve esta vivencia y no entendí nada’. La terapia ayuda a integrar lo que se abre con la experiencia”.
Y es curioso, aunque el consumo de estos hongos es ilegal, basta con ir a un mercado para conseguirlos. “No necesitas un dealer, es naturaleza, hasta puede haber autocultivo. El consumo está más abierto y va aumentando”. Por eso, muchos especialistas piden regulación: “Como profesional, uno prepara e integra. Es parte del cuidado”.
La terapia es un espacio seguro para procesar lo que las personas sí o sí quieren experimentar; la diferencia es: ¿estarán acompañadas para que dicha experiencia tenga propósito?

Así funciona la terapia con psilocibina (no, no es un ritual chamánico)
En la versión clínica, la experiencia no se parece a un ritual chamánico. Mientras en la sierra los hongos se entienden como medicina espiritual, la terapia clínica occidental quita el sesgo chamánico en consultorios, con música en lugar de cantos u oración.
“La ceremonia por hombres y mujeres medicina es preciosa pero no hay fase de preparación y abren otras puertas sobre portales e identidades… y luego te mandan a casa (sin integrar lo que viviste)”.
La terapia suele dividirse en tres fases: preparación, sesión guiada y, quizá lo más importante, integración.
Durante la experiencia, pueden surgir emociones intensas, catarsis o recuerdos dolorosos. Lo que antes se llamaba “mal viaje” se convierte en trabajo personal. “No te garantizo que la experiencia sea buena o mala, pero con acompañamiento, lo perturbador se puede trabajar. No es para pasarla bien; es para sanar adicciones, duelos o patrones emocionales”.
No es para todos: personas con antecedentes de esquizofrenia, bipolaridad o problemas cardíacos deben evitarla. Pero cuando funciona, puede ser transformadora.

¿Una sustancia para tratar otras drogas?
“Yo misma me pregunté: ¿cómo puedes tratar una adicción con otra sustancia?”. Entendiendo cómo los hongos trabajan con ciertas áreas del cerebro: no atontan, amplifican. “Las drogas de abuso desensibilizan, la psilocibina te conecta; enseña lo que necesitas ver”.
No genera dependencia, aunque sí tolerancia (pero dos o tres sesiones bastan).
La microdosis y el hype del “café cerebral”
Un camino es la macrodosis (sesiones introspectivas guiadas). Otra modalidad es la microdosis: 0.1 a 0.2 gramos que no provocan alucinaciones pero mejoran el ánimo, claridad mental y creatividad.
Más allá de las sesiones profundas, la microdosis se volvió tendencia. Son cantidades mínimas que no provocan alucinaciones, pero se asocian con más energía, foco y creatividad. Aunque algunos lo llaman efecto placebo, estudios de neuroimagen muestran mejoras en la conectividad cerebral.

México: potencia prohibida
Aquí crecen más de 50 especies de hongos psilocibios, pero la ley los sigue clasificando junto a la heroína y la cocaína. Paradójico, ¿no?
En 2023 se propuso crear la categoría de “enteógenos” para reconocer su valor terapéutico y abrir dos rutas: la biomédica y la indígena. La idea es integrar clínicas interculturales, pero surgen preguntas difíciles: ¿quién representa la tradición? ¿Cómo evitar la apropiación cultural?
El futuro que ya germina
El potencial es enorme: estudios muestran que la psilocibina ayuda a dejar de fumar, reduce el alcoholismo, mejora síntomas de ansiedad y depresión, e incluso puede dar alivio en cuidados paliativos.
No es milagro, pero sí un gamechanger en salud mental. Tal vez, la próxima revolución de la medicina no venga en pastillas, sino de un pequeño hongo que lleva milenios creciendo en nuestros bosques.
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