El Nueve: el primer bar LGBTIQ+ que cambió a México en los 80 
Estilo de vida

El Nueve: el primer bar LGBTIQ+ que cambió a México en los 80 

Como una casa de cultura y el primer antro gay de México, este lugar derribó muros invisibles en medio de la noche.

Aquí te contamos cómo lo marginal se volvió esencial; lo prohibido, necesario y cómo estos 150 metros de libertad, que también fueron cuna del rock nacional, derribaron muros invisibles en medio de la noche… demostrando que la resistencia también puede venir vestida de fiesta.

El Nueve: donde ser diferente era revolución

Hay lugares que no solo fueron testigos de la historia, sino que la escribieron con luces de neón, vinilos importados y besos sin miedo. Uno de esos fue El Nueve, el bar que, en plena represión, convirtió la noche chilanga en un acto de resistencia.

¿Te imaginas esto?

Una pista de baile donde María Félix compartía espacio con Carlos Monsiváis, y al fondo, una banda nueva llamada Café Tacvba tocaba sus primeros acordes. Sonaba a ficción, pero pasó. Pasó en El Nueve. Y lo que ahí se vivió, cambió para siempre la forma en que entendemos la cultura, la diversidad y la fiesta.

Video Recomendado

El Nueve: el bar LGBTIQ+ que cambió a México en los 80 

El origen: una locura necesaria

Corría 1977 y México no era precisamente un país de libertades. Ser “diferente” era sinónimo de persecución. Pero justo ahí, en medio de esa opresión, Henri Donnadieu, un francés recién llegado que huía de una condena por activismo, decidió abrir el primer bar gay visible y orgulloso de la CDMX. Lo hizo junto a Manolo Fernández y Óscar Calatayud, y lo llamaron simplemente El Nueve.

Al principio fue casi secreto, con persianas a medio cerrar. Pero pronto se volvió un refugio cultural para todo aquel que no encontraba su lugar en la ciudad.

México antes del Nueve: juventud prohibida

Para entender el nacimiento de El Nueve, hay que mirar el contexto: México en los 70 no era un lugar amigable con lo diferente, ni con lo joven, ni con lo libre. La sombra de la matanza de Tlatelolco en 1968 y la represión de El Halconazo en 1971 todavía estaba fresca. La juventud era vista como una amenaza: si eras joven, protestabas; si protestabas, eras subversivo.

Y después vino Avándaro. En 1971, más de 200,000 jóvenes se reunieron en el “Woodstock mexicano” para celebrar el rock y la libertad. ¿El resultado? El Estado respondió con miedo. El rock se volvió sinónimo de caos, drogas y rebeldía. Los conciertos fueron prohibidos, los espacios culturales cerrados, y la música se volvió clandestina. El “youthquake” mexicano fue castigado con represión.

La juventud fue expulsada del espacio público. El rock se refugió en garages y tocadas secretas. La comunidad LGBTQI+ vivía en la clandestinidad, señalada por la prensa y perseguida por la policía. Ser visible era peligroso. Ser libre, un acto radical.

El Nueve: el primer bar LGBTIQ+ quecambió a México en los 80.
Fotografía por Pedro Meyer.

Más que un bar: un movimiento

En medio de esa oscuridad… nació la luz. Ahí, justo ahí, apareció El Nueve. Y no sólo se volvió el primer bar gay abiertamente visible en México, era una bomba cultural a punto de estallar.

Durante 12 años, El Nueve fue mucho más que un antro. Fue cineclub, galería, teatro, pista de baile, cabaret, sala de conciertos y centro comunitario. Aquí debutaron bandas como Caifanes, Maldita Vecindad, Casino Shanghai, Santa Sabina y Café Tacvba. Pero también fue un espacio donde la comunidad LGBTQI+, artistas, estudiantes, escritores, vedettes y punks convivían sin jerarquías.

Los lunes y martes eran para el cine de arte y poesía. Miércoles, teatro “travesti” que se burlaba del poder con cartón y lentejuelas. Jueves a sábado, fiesta hasta el amanecer con DJ Pepe Silva, y los domingos, tardeadas para que nadie se quedara sin Metro.

Cultura en modo underground

En un país donde se clausuraban conciertos y se censuraban libros, El Nueve era una grieta por donde entraba la luz. Aquí se proyectaron películas prohibidas, se burlaron del PRI desde el escenario y se escribieron fanzines como La Regla Rota o La Pus Moderna, con textos de Guillermo Fadanelli y Monsiváis.

Cuando la fiesta se volvió trinchera

Y sí, también resistieron desde la música. Cuando llegó el VIH/SIDA, mientras los medios hablaban de “cáncer rosa” y la iglesia lo llamaba castigo divino, El Nueve repartía folletos de prevención, montaba clínicas, y Henri era apodado “El Enterrador” por asistir a tantos funerales.

Cuando el terremoto del 85 sacudió la ciudad, el bar no cerró: se volvió centro de acopio y brigada de rescate. Nunca dejaron de bailar, ni siquiera cuando todo alrededor colapsaba.

¿Por qué fue tan importante?

Porque no era solo un lugar para la comunidad LGBTQI+, era para todxs. El único requisito era no tener miedo a ser. Mientras otros bares se escondían, El Nueve brillaba. Se mezclaban clases sociales, estilos y mundos que afuera no se tocaban. Imagínate a La Tigresa bailando con punks de Neza, o a Silvia Pinal con estudiantes de la UNAM.

Fun fact: hasta Grace Jones, Sean Connery y Juan Gabriel fueron al Nueve de Acapulco (1978-1979), que cerró tras un escándalo y una redada. 

El final (oficial) de una era

Cerró en 1989 tras una redada violenta. Pero para entonces, El Nueve ya era leyenda. Había sembrado en una generación la idea de que la cultura, la fiesta y la política podían vivir juntas, y que lo marginal también podía ser mainstream.

Su historia fue contada en libros como Tengo que morir todas las noches, de Miguel Osorno (el libro que inspiró la serie en Prime Video) , y aún hoy, se escucha su eco en la música, el arte y la libertad que muchos disfrutan sin saber de dónde viene.

El Nueve: el primer bar LGBTIQ+ que cambió a México en los 80.

¿Y ahora qué?

Hoy escuchamos a Café Tacvba en la radio, vemos drag queens en televisión y celebramos bodas igualitarias en el Zócalo. Pero nada de eso habría sido igual sin las noches en que, entre humo, risas y beats, ser visible se volvió inevitable.

Entonces la pregunta es: ¿Dónde está nuestro Nueve? ¿Estamos creando nuevos espacios de libertad o nos volvimos a esconder en nuestras propias burbujas?

Explora más en: Instyle.mx