“El mes del cáncer debería ser todo el año”, nos comparte Dulce, a quien la diagnosticaron a los 36 años. Sí, hablar de cuidarse y tocarse no sólo es relevante durante un mes, debería de ser un acto de amor constante para cuidarnos. Y es que el cáncer de mama no distingue edad, talla, raza…y en casos no tan comunes ¿sabías que tampoco género?
Más allá de las estadísticas y los números que lees en los periódicos, Dulce, Carmen, Karla y Marisol nos demuestran que todas son mucho más que un diagnóstico y que compartir nuestras historias es realmente poderoso. Por eso, con la misma fortaleza que enfrentaron y siguen enfrentando la enfermedad —y con mucha generosidad para quienes puedan beneficiarse de su experiencia—, ellas nos contaron sus diferentes puntos de vista pero, sobre todo, platicaron y conectaron entre ellas.
Esto nos contaron Marisol, Dulce, Karla y Carmen sobre vivir con cáncer de mama
M: Marisol fue diagnosticada a los 40 años de cáncer de mama.
D: Dulce fue diagnosticada a los 36. Tuvo años de remisión y actualmente está en tratamiento paliativo.
K: Diagnosticaron a Karla a los 45 años, la operaron de un tumor en la mama y otro en el ovario.
C: A los 50 años fue diagnosticada y decidió no hacerse reconstrucción de mamas.
El miedo vs. la prevención
C: en mi cumpleaños 50 me dieron la noticia, y desde ese día empecé a ver la vida diferente. Primero me quitaron una mama y a los tres años tomé la decisión de quitarme la otra. No tengo senos y quiero decirles que soy feliz, me siento libre.
Cuando me operaron la primera vez, no vi mis cicatrices hasta que llegué a mi casa. Fue una impresión terrible, pero ya la superé. Mis senos me sirvieron porque le di de comer a mis hijas, pero yo soy más que todo eso.
M: siempre digo que tu regalo de cumpleaños debe ser tu revisión ginecológica. Una amiga me decía que ella se regala botox, que está muy bien, pero, ¡hazte también tu revisión anual! Así fue como me detectaron a mí, cuando fui por mi cumpleaños y en el ultrasonido el doctor vio algo y me recomendó que me hiciera la mamografía lo más pronto posible. Tardé unos meses y tuve cuatro quimioterapias. Años después me quitaron la matriz para prevenir. Como dice Carmen, no tener senos o no tener matriz no te hace menos mujer, te hace encontrar en ti misma a una mujer más fuerte.
K: las mujeres muchas veces no nos damos ese tiempo para nosotras, estamos acostumbradas a darnos a los demás, pero no a entregarnos al apapacho para nosotras mismas. A mí me tuvieron que operar de un día para otro.
D: un oncólogo me decía que a las mujeres nos da miedo el resultado, pero el cáncer ya no es sinónimo de muerte, hay muchísimos tratamientos disponibles. El miedo está ahí siempre, pero puedes decirle “ven, acompáñame” y vas con el miedo al lado. Es muy importante detectar a tiempo y sobre todo conocer tu cuerpo. Yo me estaba bañando y sentí algo, no una bolita, como muchas personas dicen, pero algo que yo sabía que no era normal, y al día siguiente fui al doctor.
También he notado que muchas personas se dejan de cuidar cuando terminan su tratamiento, pero hay que seguir comiendo saludable, hacer caso a todas las recomendaciones.
Aceptar cuidado cuando lo necesitamos
K: para mí es vital el rol de la familia. Mis hijas tienen 8 y 10 años, ellas no ven imperfecciones, sólo ven a su mamá. Para mí, las cicatrices son trofeos, porque me levanté todos los días con fortaleza y resiliencia.
M: yo tuve psicóloga y tanatóloga, pero necesité mucha humildad para aceptar ayuda. Vivía en León cuando me diagnosticaron y ahí no tenía familia, así que mis amigas me recomendaron que me fuera a CDMX con mis papás y que mis hijos y mi esposo se quedaran. Esa red de apoyo fue una bendición.
D: no somos víctimas, somos personas que estamos pasando por un proceso.
K: claro, no es necesario hacernos víctimas, pero podemos agradecer lo que las personas quieren hacer por nosotras.
…y cuidar a las demás
C: me hace feliz dar acompañamiento en quimioterapias y radioterapias. Doy gracias a Dios de poder estar bien y que las pacientes digan: “Si ella puede, yo también”.
D: yo soy voluntaria en una fundación e hicimos una campaña en la que íbamos a donar una prótesis, pero las personas a veces no quieren eso, quieren comida para no llegar a la quimioterapia. Entonces notamos que nos hace falta saber qué les hace falta a las demás.
M: siento mucha gratitud de poder ayudar ahora. Yo recibí tantas bendiciones que quiero regresar un poco. Y como dice Carmen, yo tengo más empatía, yo sé cómo se sienten las personas.
D: a veces toda la atención se va en la persona enferma y no en los cuidadores: la pareja, la mamá, los hijos. Mi mamá era fuerte, no lloraba frente a mí y creo que se necesitan esos espacios para apoyar a quienes están cuidando.
El cáncer de mama te cambia
K: todos los días son un aprendizaje para estar cada vez más viva. Desgraciadamente cuando una está enferma la gente desaparece, pero así vas eliminando a quienes no te aportan, te quedas con las personas más valiosas que te valoran y te ayudan.
M: es algo muy raro porque no puedo decir que sea una bendición tener cáncer, pero empiezas a valorar todo. Sí hay sufrimiento, hay dolor, hay complicaciones económicas, pero tu vida puede cambiar para bien.
Como decía Karla, mucha gente se va, pero también llega mucha gente buena que no te lo imaginas. Mi fe creció muchísimo y ahora disfruto más la vida.
C: quisiera compartirles una frase que me gusta mucho: “a veces la medicina son los abrazos que reconfortan el alma, la sonrisa que alegra el corazón, los amigos que acompañan, las lágrimas que descargan penas, la familia que ama, la oración que fortalece, la naturaleza, que es el reflejo de Dios en todas las cosas”.
D: yo aprendí a vivir y no a sobrevivir, a valorar todo y a agradecer a Dios, Jehová o Buda, como le quieras llamar. Gracias, cáncer, porque me has enseñado a ser la mujer más feliz del mundo. Gracias, cáncer, porque me enseñaste a vivir.
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