¿Todas nos maquillamos igual? Hablemos del Instagram Face
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¿Todas nos maquillamos igual? Hablemos del Instagram Face

Hubo una época en la que el maquillaje era una forma de expresión personal, y cada quien tenía su sello único: las cejas ultra delgadas de Pamela Anderson, los labios voluminosos de Angelina Jolie, el smokey eye de Catherine Zeta-Jones, o hasta el corte de pelo de Jennifer Aniston que se volvió icónico.

Hoy, basta con hacer scroll en Instagram o TikTok para notar algo imposible de ignorar: todas nos vemos igual. Cejas laminadas, piel sin poros, nariz de botón gracias al contour, labios nude del mismo tono y, obvio, blush en exceso.

Y no es tu imaginación. Estamos viviendo en la era de la Instagram face, un término que surgió en 2019 por la autora Jia Tolentino pero que explotó con la popularización de los filtros, los tutoriales de belleza y, claro, el algoritmo. ¿El resultado? Un ejército de caras idénticas, como si salieran todas del mismo molde (o del mismo filtro).

¿Cómo llegamos al Instagram Face?

Algunos le echan la culpa a las Kardashian por crear una fiebre de “caras clonadas” (y sí, si las pones una al lado de otra, cuesta diferenciarlas). Otros señalan al auge del botox y los fillers. Pero la raíz del problema está, en realidad, en las redes sociales. Lo que comienza como una simple tendencia de belleza, rápidamente se convierte en una norma. Y quienes deciden no seguirla, quedan fuera del “ideal” estético dominante.

Maquillarte como tus influencers o celebs favoritas se siente bien, se ve bien en cámara, y con el tiempo, se convierte en un atajo mental: esto es belleza. Y como el algoritmo te repite esa misma cara una y otra vez, tu deseo se moldea. No porque realmente te guste, sino porque tu cerebro ya la asoció con aprobación.

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En resumen: no es que todas queramos vernos así. Es que el algoritmo nos convenció de que deberíamos quererlo.

El maquillaje dejó de ser arte y se volvió fórmula

El maquillaje siempre ha tenido sus “reglas”: que el lipstick debe ser afrutado, que la base va antes que el corrector, que el rímel va después de enchinar las pestañas… más que reglas estrictas, eran guías con espacio para jugar.

Pero hoy, esas sugerencias se han convertido en mandamientos. Las cejas deben ir perfectamente peinadas hacia arriba, el contour tiene que levantar los pómulos y afinar la nariz al máximo, el blush va solo en lo alto de los pómulos—nunca en las manzanitas, porque “hace la cara redonda”. Y así, paso a paso, terminamos replicando un mismo molde que las redes nos vendieron como la forma correcta de “verse bien”, ignorando completamente lo que hace único a cada rostro.

¿Y si ya tienes la cara redonda? ¿Por qué tendrías que alargarla? ¿Y si tus cejas son naturalmente delgadas? ¿Por qué forzarlas a parecer más gruesas? El Instagram makeup se ha vuelto como una receta de cocina: si sigues los pasos exactos, el resultado siempre será el mismo. Y justo ahí está el problema. Lo que antes era creativo y personal, hoy se siente como un uniforme. Puede que se vea increíble en selfies con ring light, pero en la vida real… muchas veces no se siente como tú.

¿Y si queremos otra cosa?

El verdadero problema es que hoy tratamos nuestras caras como si fueran microtendencias. Por eso es tan fácil caer en lo que llaman beauty blindness. Como cuando de repente todas nos laminamos las cejas y en cuestión de meses la tendencia quedó atrás. Lo mismo está pasando con el blush blindness: hace unos meses no podíamos vivir sin él, y ahora resulta que ya “no se usa”. ¿Desde cuándo el maquillaje se volvió algo descartable? Es tu cara. Es única. ¿Por qué debería seguir tendencias como si fuera una bolsa o una chamarra?

El problema no es maquillarse. El problema es hacerlo por presión, por seguir la corriente, por lo que dicta el algoritmo. Como decía el artículo de The New Yorker Jia Tolentino: “la industria de la belleza convirtió el cuerpo de las mujeres en una oportunidad de negocio. Y para venderte algo, primero tiene que hacerte sentir que te falta algo”.

¿Cómo combatir el Instagram Face?
@davidkoppelaar

Esto no es un llamado a tirar tus brochas ni a dejar el contour. Es una invitación a volver a lo personal. A lo auténtico. Porque si algo necesita hoy la belleza, es más variedad: texturas reales, cejas diferentes, piel con poros, marcas como las de Cindy Crawford que no se esconden, se celebran.

El maquillaje no está para ocultarte, sino para resaltar lo que ya eres. Y si hay algo que vale la pena rescatar del mundo pre-Instagram, es justamente eso: la libertad de elegir cómo queremos vernos. No por los likes, ni por la comparación, ni porque Alix Earle lo diga. Sino por nosotras mismas. Porque la belleza más poderosa es la que no se puede replicar.

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