Prepárate para debatir, porque el final de A House of Dynamite, el nuevo thriller político de Kathryn Bigelow, dejó a medio internet en shock.
Con Idris Elba en el papel de un presidente enfrentado al peor dilema de su vida y Rebecca Ferguson como una estratega de la Casa Blanca tratando de mantener la calma entre el caos, la película se ha convertido en el nuevo fenómeno de Netflix. Su ritmo, su carga emocional y, sobre todo, su final sin respuestas han convertido esta historia en el tema de conversación del momento.

¿De que trata A House of Dynamite?
Todo comienza con un día aparentemente normal en Washington. Pero en cuestión de minutos, la noticia estalla: un misil nuclear ha sido lanzado hacia Chicago. Lo que sigue es una serie de decisiones imposibles y tensiones al límite dentro del gobierno estadounidense.
Rebecca Ferguson interpreta a Olivia Walker, una oficial de inteligencia, que intenta mantener la razón en medio del pánico general. Mientras tanto, Idris Elba interpreta al presidente, un hombre enfrentado a la presión moral, política y humana de decidir el destino de millones.
Desde los pasillos de la Casa Blanca hasta las bases militares en Alaska, Bigelow logra que cada escena se sienta urgente. Las cámaras, los cortes rápidos y la atmósfera claustrofóbica te hacen sentir dentro de una cuenta regresiva real.

Hablemos del final de A House of Dynamite
Después de una hora y media de tensión acumulada, llegamos al punto máximo en el que el presidente debe elegir entre lanzar un contraataque nuclear o esperar, arriesgando la posibilidad de que todo sea una falsa alarma. En paralelo, el Secretario de Defensa, interpretado por Sean Harris, lucha con un dilema personal: su hija aún se encuentra en Chicago.
Justo cuando el espectador cree que sabrá qué ocurre, Bigelow corta la historia. La cámara muestra a los personajes corriendo, a los ciudadanos buscando refugio, a un soldado rezando… y luego, silencio total. La pantalla se vuelve negra. ¿El misil impactó? ¿El presidente apretó el botón? Nadie lo sabe. Y ahí está la genialidad del final, no hay cierre, no hay alivio. Solo queda la incertidumbre.
Obvio, te puedes imaginar la furia de la audiencia que llegó después de que el final no nos diera respuestas. Pero el guionista Noah Oppenheim explicó a Decider que “cualquier otro final habría sido un escape fácil. Queríamos que el público se quedará incómodo, que pensara en lo que implica tener tanto poder concentrado en una sola persona”. Y sí, lo lograron.

El mensaje detrás del final
Más allá del suspenso, A House of Dynamite es una reflexión sobre el miedo y la fragilidad del poder. Bigelow y Oppenheim no muestran héroes, sino humanos, asustados, inseguros y, sobre todo, conscientes de que sus decisiones podrían borrar una ciudad del mapa.
El título no podría ser más acertado. “Vivimos en una casa llena de dinamita”, dijo Bigelow en una entrevista para Tudum. “Mi intención era que el público saliera del cine con esa sensación: de que estamos más cerca del desastre de lo que creemos.”
La directora, que ya tocó temas similares en The Hurt Locker y Zero Dark Thirty, vuelve a usar el thriller como espejo político. Esta vez, la explosión más peligrosa no viene del misil, sino de las tensiones internas y de que, al final del día, son humanos quienes manejan estas armas destructivas.

¿Habrá secuela?
Aunque el final parece gritar “continuará”, lo más probable es que no haya una segunda parte. Kathryn Bigelow nunca ha hecho secuelas, y ni Netflix ni el guionista han confirmado planes para una continuación.
Pero quizás eso sea lo mejor. Como explicó Oppenheim a Deadline, el propósito nunca fue dejar cabos sueltos, sino invitar a la conversación. “La verdadera explosión que queríamos provocar era la que ocurre después de los créditos: la gente hablando, debatiendo, preguntándose qué haría si tuviera que decidir el destino del mundo.”
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