Las historias de amor que transformaron la moda y el cine
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Las historias de amor que transformaron la moda y el cine

¿Qué vino primero: la moda como expresión del amor o las historias de amor como musas para la moda? La respuesta, como en todo gran romance, es más complicada de lo que parece. Es imposible trazar un inicio exacto, pero lo que sí sabemos es que ambas han tejido una relación simbiótica a lo largo del tiempo, entrelazándose para contar historias donde el amor suele ocupar el centro del escenario. 

Las grandes historias de amor que transformaron la moda y el cine
Foto de Flickr

En el arte y el cine, esta unión se vuelve aún más tangible: desde el vestido blanco de Marilyn Monroe ondeando en un instante de seducción inolvidable, hasta las colecciones de diseñadores, quienes han convertido escenas de amor y desamor en piezas que rozan lo sublime. La moda no sólo viste el cuerpo, sino también las emociones, sirviendo como un eco visual de lo intangible. 

En su libro The Fashion of Film: How Cinema has Inspired Fashion (2016), la historiadora de moda Amber Butchart destaca cómo el cine permitió que la alta costura —antes exclusiva a la élite— llegara a un público más amplio, estableciendo así una relación de co-dependencia entre ambas industrias que perdura hasta hoy. Pero si hay una película que convirtió esa co-dependencia en algo indispensable, redefiniendo para siempre cómo se proyectan el romance y la moda en el cine, es Breakfast at Tiffany’s (1961).

“Lo que Hollywood diseña hoy, tú lo llevarás mañana”.

– Elsa Schiaparelli

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El vestido que hizo historia 

El vestuario de Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany’s es sinónimo de su personaje. Cada pieza cuenta la historia de Holly Golightly, una mujer que aspira a una vida de lujo y sofisticación. Holly, siempre perfecta en su exterior, luce el icónico vestido negro diseñado por Hubert Givenchy, con guantes de satén hasta el codo y un collar de perlas que se convirtió en leyenda. 

El vestido que hizo historia 
Foto de Breakfast at Tiffany’s

Pero aunque Holly parece siempre impecable, su realidad es otra: su departamento está casi vacío y su desayuno más “fino” es un café con un croissant frente al escaparate de Tiffany&Co., un contraste perfecto que refleja su vida aspiracional.

La moda en la película es mucho más que un adorno: es un segundo personaje. Refleja la evolución de Holly, sus emociones y la imagen que intenta proyectar. Hacia el final, su vestuario cambia a algo menos extravagante; los trench coats y lentes de sol funcionan como su armadura, ocultando su vulnerabilidad mientras se enamora. Así, la ropa acompaña y traduce la historia.

Aunque el icónico vestuario sin duda contribuyó a la fama de Breakfast at Tiffany’s , fue esta fusión perfecta entre moda y narrativa lo que la elevó al estatus de leyenda. Pocas películas han influido tanto en la moda como esta. El “little black dress”, emblema de la simplicidad y la elegancia, sigue siendo un elemento recurrente en las pasarelas temporada tras temporada.

Diseñadores han encontrado inspiración constante en el vestuario de Holly Golightly: desde la colección otoño/invierno 2009 de Douglas Hannant, hasta el desfile primavera/verano 2003 de Givenchy por Julien Macdonald, que revisita la pieza original de Hubert de Givenchy diseñado para Audrey Hepburn, su musa eterna.

Un momento de inquietud que lo cambió todo 

Pero Breakfast at Tiffany’s fue sólo el comienzo de lo que la moda podía traducir dentro de una película. En In the Mood for Love (2000) de Wong Kar-wai, trasciende su función estética para convertirse en un poema visual que guía la narrativa. La película, ambientada en el Hong Kong de los años 60, explora el deseo y la melancolía después de que dos vecinos, Su Lizhen (Maggie Cheung) y Chow Mowan (Tony Leung), se enteran que sus parejas están teniendo un amorío.

Desde el principio, la ropa impulsa el relato. La sospecha de infidelidad que une a Su y Chow se confirma gracias a un detalle aparentemente insignificante: una corbata. Las corbatas que el esposo de Su usa a diario son de la misma tienda donde la esposa de Chow compra las suyas. Este descubrimiento, tan sutil como devastador, marca el giro emocional que da origen a la conexión entre los protagonistas. 

Conforme el vínculo entre Su y Chow se intensifica, las prendas son un espejo de sus emociones. Los tonos y texturas de sus vestuarios empiezan a armonizar, reflejando la intimidad entre ellos. Esta evolución, diseñada por William Chang y el mismo Kar-wai (responsables del vestuario y la dirección artística), convierten cada elemento en una declaración narrativa. Los cheongsams ajustados de Su, decorados con patrones florales y líneas impecables, encapsulan su deseo contenido y su lucha interna, mientras los trajes sobrios de Chow evocan un mundo de emociones no expresadas.

La estética de Wong Kar-wai trascendió la pantalla, influenciando la moda contemporánea. Diseñadores como Didit Hediprasetyo han rendido homenaje a los icónicos cheongsams de Su, mientras Derek Lam reinterpretó su esencia en vestidos florales. Erdem canalizó la melancolía y el romanticismo de la película en su colección Primavera/Verano 2012, y Huishan Zhang celebró los 23 cheongsams que Maggie Cheung lució en pantalla como un tributo a la elegancia atemporal. Como una silenciosa protagonista de una de las historias de amor más inolvidables del cine, en In the Mood for Love, lo que visten define a los personajes.

Cine y moda los romances que reescribieron las reglas

Cuando la moda pasa a culto 

A lo largo de los años, hemos visto cómo las historias de amor dejan huella en la moda y cómo ella, a su vez, se convierte en cómplice de la narrativa. Pero ¿qué pasa cuando acompaña y también se adapta al espíritu de la historia? En Romeo + Juliet (1996), de Baz Luhrmann, los versos de Shakespeare se cruzan con pistolas, y los héroes trágicos visten camisas hawaianas. En esta reinvención, la diseñadora Kym Barrett hizo del vestuario un lenguaje visual inolvidable. 

Es en este momento donde las casas de moda comenzaron a participar activamente en las narrativas del cine, ayudando a darles un look distintivo. Para Romeo + Juliet sucedieron colaboraciones memorables: Dolce&Gabbana diseñó los chalecos de cuero y cinturones de vaquero de los jóvenes Capuleto armados, Prada creó el traje de DiCaprio para la boda e Yves Saint Laurent aportó la sastrería impecable y los vestidos de las figuras de la mafia y sus esposas.

Lo más fascinante de los vestuarios en Romeo + Juliet es cómo encapsulan la esencia de sus protagonistas: él, un caballero, y ella, un ángel. En una entrevista para Nylon Magazine, Kym Barrett reveló un detalle inolvidable: el vestido de Julieta lleva impresas las líneas del guión y la obra original “Oh, speak again, bright angel”. Pero Barrett no se detuvo ahí. La diseñadora incorporó detalles ocultos exclusivamente para los actores, como joyas, inscripciones en las armas o escrituras en las prendas de los Capuleto, para que tuvieran un vínculo especial con sus personajes. 

Amor, moda y cine el triángulo perfecto

Hoy, las casas de moda se inspiran en el cine y trabajan mano a mano con directores y diseñadores de vestuario para crear piezas que traduzcan emociones, profundizando la conexión entre las grandes historias de amor y la moda. Esta mancuerna construye personajes mientras crea momentos que superan la prueba del tiempo, redefiniendo tanto la narrativa como el estilo. 

Written in the clothes…

La moda se teje con sutileza en cada detalle del vestuario, y los directores de hoy, inspirados por el legado de las películas anteriores, exploran este lenguaje silencioso para dar profundidad a sus historias. En el cine contemporáneo, que dos personajes compartan ropa es un gesto íntimo, delicado y profundamente romántico, una forma de traducir el amor y la conexión a través de lo no hablado.

En Mujercitas (2019) de Greta Gerwig, la vestimenta eleva las relaciones de la historia de manera tan delicada que, muchas veces, los espectadores lo ven de inmediato. La diseñadora de vestuario, Jacqueline Durran, dio un toque de autenticidad emocional curando las prendas de los personajes para reflejar su esencia individual. Pero lo más significativo fue la ropa como herramienta para profundizar las relaciones.

Durante toda la película, las prendas se intercambian con frecuencia entre los personajes. En particular, el chaleco compartido entre Jo y Laurie se convierte en símbolo de su vínculo. En una escena, Laurie viste el chaleco dorado y rojo con manchas cuando Jo le da un anillo en su juventud. Más adelante, cuando Laurie confiesa su amor a Jo y ella lo rechaza, Jo aparece con el mismo chaleco… una manifestación física de su historia compartida y de una relación en constante transformación. 

Jonathan Anderson lo empezó 

El concepto de la ropa compartida como dispositivo narrativo se extiende más allá de Mujercitas. La moda juega un papel similar en Challengers (2024) de Luca Guadagnino. La cinta gira en torno a dos amigos de la infancia: Art (Mike Faist) y Patrick (Josh O’Connell), cuyas vidas se ven alteradas para siempre al enamorarse de la estrella de tenis Tashi Duncan (Zendaya). Los vestuarios de los personajes, especialmente aquellos intercambiados entre ellos, sirven como una pista visual que expresa sus relaciones entrelazadas, hasta cuando no están físicamente juntos.

Jonathan Anderson, director creativo de Loewe y JW Anderson, fue el vestuarista encargado de que cada pieza comunicara un viaje emocional y personal. Una pieza que seguro recuerdas es una camiseta gris con las palabras “I Told Ya”. Tashi (Zendaya) la lleva durante sus primeros años de su relación con Patrick. La t-shirt, encapsula las relaciones, incluso después de una ruptura; la presencia de Patrick perdura, simbolizada por la prenda. Más tarde, cuando se ve a Patrick usándola nuevamente, ¿es sólo una camiseta más? No, porque es una representación visual de las tensiones no resueltas entre los personajes.

A través de estos momentos, el cine se apoya de la moda como un recurso narrativo cada vez más poderoso. El armario de la película no es un accesorio dentro de la trama; es parte esencial de la historia misma, profundizando la resonancia emocional de las historias de amor y haciendo su impacto absolutamente inolvidable. 

La moda y el amor se abrazan. Contestando la pregunta inicial, sin grandes piezas de moda no hay romance en pantalla, y sin estas historias que traducen sentimientos, la moda sin ser narradora muda del intrincado viaje del amor no lograría trascender de su naturaleza en tela. A medida que ambas fuerzas continúan evolucionando, hay algo que se mantiene inmutable: cuando el amor se viste, crea momentos que desafían el tiempo y permanecen mucho después de que los créditos hayan terminado. 

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