Primero fueron las flores, después los lunares, luego los animal prints… y ahora, lo más hot de la moda viene directo de huerto. ¿Lo nuevo en la moda? Las frutas y verduras. Sí, en serio.
Desde Otoño/Invierno 2024 hasta la más reciente Primavera/Verano 2025, las pasarelas se convirtieron en una especie de mercado gourmet de lujo. Loewe, Balmain, Chloé y hasta Carolina Herrera dejaron claro que la fruta y la verdura no solo se comen, también se visten. Y aunque podría parecer una simple tendencia fun & fresh, la obsesión con estos motivos dice mucho más de lo que imaginas.

Del campo al catwalk
Chloé colgó piñas doradas del cuello de sus modelos como si fueran amuletos solares. Balmain le dio el spotlight a las uvas en forma de aretes, collares y bolsos, sin olvidar sus vestidos bordados con peras y manzanas de cuento. Loewe fue aún más lejos con su huerto couture: conjuntos de seda con rábanos y jengibre, charms en forma de espárrago y bolsas con forma de chícharos. Literalmente, una cosecha de diseño.



Y sí, si viste el famoso “Tomate Loewe” en X (ese jitomate heirloom, brillante y casi provocador, que alguien describió como “tan Loewe que no puedo explicarlo”), no te lo imaginaste. Jonathan Anderson, director creativo de la marca, tomó ese mood y lo convirtió en una obsesión: ahora Loewe está invadido por tomates por todas partes, desde gorritos, un clutch con forma de jitomate, una vela y hasta un globo aerostático.
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¿Frutas por diversión o por necesidad?
Aunque todo este desfile de frutas podría parecer simplemente kitsch, hay razones más profundas detrás de esta fiebre orgánica. Según la doctora Carolyn Mair, psicóloga cognitiva y autora de The Psychology of Fashion, en tiempos de incertidumbre económica, ansiedad colectiva y crisis múltiples (hello, inflación, burnout y cambio climático), tendemos a refugiarnos en lo que es simple, esencial y reconfortante. Comer bien. Volver a lo natural. Conectarnos con la tierra. Y vestirnos de fruta, claro.
Y no es coincidencia: este tipo de visual cues suelen emerger en momentos de recesión o cambio social. Lo vimos en los años después de la crisis del 2008, cuando florecieron los estampados florales y piñas como una suerte de escapismo chic. Hoy, la vuelta a lo orgánico sugiere una búsqueda de estabilidad y confort emocional.
¿Significa esto que los jitomates y las frutas en la moda podrían convertirse en los nuevos bigotes millennials? Probablemente. Pero ese no es el punto. La clave está en disfrutarlo mientras dure.
Moda comestible (pero make it chic)
Este no es el primer romance entre la moda y la comida. En los 90, Cynthia Rowley presentó vestidos con estampado de elote y tomate. En 2011, Prada hizo historia con su colección de bananas (Anna Wintour incluida). Ese mismo año, Stella McCartney apostó por limones y naranjas. Y ni hablemos de Katy Perry, que convirtió la alfombra roja en una frutería con looks de plátano, sandía y fresa.


Ahora, con el boom de TikTok y hashtags como #TomatoGirlSummer o #Cottagecore, las nuevas generaciones están redefiniendo el estilo desde una mirada más consciente, divertida y rural-chic. La Tomato Girl no solo se viste con rojo, blanco y toques de azul Mediterráneo, también quiere verse como si estuviera en la costa italiana comiendo caprese. Es el sueño de una vida sencilla, pero con aretes de cereza y bolsos de Judith Leiber.
¿Qué representa todo esto?
Más allá del humor y la nostalgia, las frutas y verduras como símbolo también cargan un nuevo valor estético: representan lo que el mundo digital no puede ofrecer. Son táctiles, orgánicas, imperfectas. Frente al algoritmo y la perfección retocada, lo heirloom —como ese jitomate con formas extrañas— se vuelve cool. Loewe lo entendió a la perfección: su universo no busca la simetría ni el “old money aesthetic”. Busca lo raro, lo curioso, lo que te hace sonreír.

Y claro, también hay un subtexto de sostenibilidad. El regreso de estos motivos habla de una moda que quiere conectar con lo natural, no sólo como inspiración, sino como ideología. Plantas, huertos, cosechas: todo eso hoy es símbolo de bienestar, estilo de vida saludable, y hasta activismo.
Nos invitan a jugar, a reírnos un poco de nosotras mismas, y a encontrar belleza en lo inesperado. Así que ya sabes: la próxima vez que te pongas unos aretes de fresa o una bolsa en forma de limón, no solo estás haciendo una elección de estilo. Estás abrazando un mood, una filosofía, y quizá, sin saberlo, resistiendo al caos del día a día con un poco de risas.
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