Por qué nos besamos debajo del muérdago en Navidad
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Por qué nos besamos debajo del muérdago en Navidad

La Navidad está llena de rituales que ya son clásicos: el ponche calentito, las luces que lo invaden todo, los intercambios maratónicos y, obvio, el regreso triunfal de Mariah Carey. Pero hay una costumbre que, año tras año, se mantiene en el imaginario colectivo como el gesto más romántico de la temporada. Esa ramita verde conocida como muérdago, que “obliga” a dos personas a besarse cuando quedan debajo de él, es mucho más que un simple guiño festivo; es una tradición antiquísima cargada de simbolismo y un significado más profundo del que imaginamos.

La historia detrás del muérdago 

La historia del muérdago viene de la mitología nórdica y tiene todo el drama de una película épica. Baldur, el dios de la luz y la alegría, estaba destinado a morir, así que su mamá, Frigg, la diosa del amor, pidió a todas las criaturas que prometieron no hacerle daño. Todas aceptaron menos una plantita que ella no tomó en cuenta: el muérdago. Loki, el rey del caos, aprovechó ese descuido, hizo una flecha con muérdago y, bueno, ahí terminó la historia de Baldur.

Frigg lloró tanto que sus lágrimas se convirtieron en las bayas blancas del muérdago y, decidida a transformar el dolor en algo bonito, decretó que esta planta ya no sería símbolo de muerte, sino de amor, paz y protección. Y así nació la tradición: quienes queden bajo una ramita deben reconciliarse o sellar su unión con un beso.

Aunque la tradición del beso bajo el muérdago podría aplicarse todo el año, terminó volviéndose 100% navideña porque en Europa se acostumbra colgar la planta en las puertas para atraer suerte, armonía y hasta fertilidad. Con el tiempo, el ritual viajó de país en país hasta convertirse en una tradición global. Hoy lo ves en salas, entradas y posadas, siempre en lo alto y siempre listo para hacer lo suyo. Y es que, según la creencia popular, un beso bajo el muérdago te trae amor si aún no llega, fortalece el que ya tienes y, si lo compartes con tu pareja, multiplica la buena fortuna.

Un amuleto que ha viajado por culturas y siglos

Más allá de su leyenda nórdica, el muérdago ha sido una plantita especial para muchísimas culturas. Para los celtas, por ejemplo, era sagrada y representaba inmortalidad y conexión espiritual. Los druidas la usaban en rituales para atraer protección y prosperidad y, si llegaban a encontrarla creciendo en un roble —algo súper raro— la consideraban un regalo directo de los dioses.

Los griegos también tenían su propia versión, usaban el muérdago en ceremonias de matrimonio porque lo asociaban con la vida, la fertilidad y las reconciliaciones. De hecho, creían que podía ayudar a resolver conflictos y que, cuando dos personas hacían las paces, debían sellarlo con un beso. ¿Te suena familiar?

Con el tiempo, toda esta herencia simbólica se mezcló con la Navidad y nos dejó lo que conocemos hoy: el muérdago como amuleto de amor, buena fortuna y paz. También se le atribuye energía protectora (según el Feng Shui) y se dice que atrae relaciones bonitas, prosperidad y un mood de renovación para cerrar y empezar ciclos.

Así que sí, te recomendamos sumarlo a tus tradiciones navideñas si aún no lo haces. Al final, es una plantita milagrosa y, seamos honestas, ¿quién no necesita un pequeño milagro en Navidad?

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