Spoilers a la vista. La serie Serpientes y Escaleras, creada por Manolo Caro, se despide con un final tan venenoso como adictivo. Y sí, la pregunta que todas nos hacemos es: ¿Dora López-Negrete, la prefecta con complejo de heroína moral, logra coronarse como directora del colegio Andes de San Javier? La respuesta no es tan simple, pero te avisamos desde ya: no ganó, pero tampoco perdió.

El viaje de Dora en tacones y veneno
Cuando conocimos a Dora (interpretada por nada más y nada menos Cecilia Suárez), parecía la típica figura recta y hasta un poco gris. Pero bastó una pelea de recreo y un par de papás intensos para que esta mujer revelara su verdadero potencial: el de una estratega capaz de todo por el poder.
Sí, Dora quería ser directora. Pero en lugar de ganarse el puesto con méritos y carisma, tomó el camino más peligroso: manipulaciones, chantajes, encubrimientos y hasta una pizca de veneno (bueno, somníferos en el café, pero close enough). Lo que empezó como una lucha justa terminó en un caos de ambiciones desatadas.
¿Quién ganó el trono del colegio?
Cuando parecía que tenía la dirección en la bolsa, una nueva candidata (Marta Sánchez, sin escándalos ni cadáveres bajo la alfombra) cambia las reglas del juego. Y con el respaldo de los padres de familia, Marta arrasa en las elecciones.
Dora, entre tanto, ve cómo todo se desmorona: su hijo Toño es arrestado, sus alianzas se deshacen, y su jugada maestra (un video sexual para chantajear al cónsul español) termina volviéndose en su contra. Karma.

¿Y entonces? ¿Dora se quedó sin nada?
Para nada. Como buena jugadora de serpientes y escaleras, Dora no se cayó por completo… solo cambió de casilla. En un giro inesperado, traiciona a su aliado Olmo y, como recompensa, recibe un puesto aún más poderoso: la Secretaría de Educación Pública.
¿Irónico? Sí. ¿Satisfactorio? Totalmente. Dora no se convirtió en directora, pero terminó teniendo poder sobre todas las escuelas. Y con eso, nos queda claro: el juego no siempre lo gana la más justa, sino la que mejor se adapta al tablero.
¿Final feliz? No exactamente
Mientras Dora asciende, Olmo huye con sus hijas, Tamara y Vicente se mudan a España para abrir una clínica de bienestar sexual (¡vibradores para todos!) y Juana Muriel sigue sembrando el caos digital.
Serpientes y Escaleras nos deja un mensaje claro: en la guerra por el poder, nadie sale limpio. Todos son piezas de un tablero donde cada movimiento tiene consecuencias, y la moral… es lo primero que se sacrifica.

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