Por qué el Frankenstein de Guillermo del Toro no es como el libro 
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Por qué el Frankenstein de Guillermo del Toro no es como el libro 

Desde niño, Guillermo del Toro se sintió profundamente conectado con la criatura de Frankenstein. No con el científico brillante, sino con el monstruo incomprendido. “A los siete años decidí que la criatura de Frankenstein sería mi avatar personal, mi mesías”, confesó. Y ahora, décadas después, tras El laberinto del fauno, La forma del agua y Nightmare Alley, ese niño de Guadalajara que amaba los monstruos le da vida a su versión más íntima del clásico de Mary Shelley.

Lo que hace especial esta adaptación es que no busca asustarte, sino conmoverte. Del Toro no reescribe solo una historia gótica, reescribe su propia biografía emocional.

Por qué el Frankenstein de Guillermo del Toro no es como el libro 

Un Frankenstein que creció con él

Del Toro presentó la película en el Festival de Venecia 2025 con una frase que lo dice todo: “A medida que crecía, la película crecía conmigo. Es como si hubieran combinado el ADN de una joven inglesa de diecinueve años (Mary Shelly) y el de un niño mexicano de siete. Yo soy la criatura. Yo soy Victor. Soy todos los personajes, incluso el de Elizabeth.”

Mientras Mary Shelley escribió sobre la arrogancia del hombre al desafiar la creación divina, Del Toro escribe sobre la culpa, el perdón y la herencia emocional entre padres e hijos

Su Frankenstein no trata del castigo por jugar a ser Dios, sino de lo que significa ser hijo, ser padre y seguir viviendo con las heridas de ambos roles. “Con el tiempo, he aprendido lo que significa ser hijo, lo que significa ser padre, lo que significa seguir adelante, lo que significa tener expectativas o hacer oír tu voz.” 

Guillermo del Toro decidió reescribir la infancia de Victor

En la novela original, Victor Frankenstein crece en un hogar feliz, y su obsesión por crear vida nace del deseo de vencer la muerte tras la pérdida de su madre. Pero Del Toro transforma ese origen. Aquí, el padre de Victor es un hombre frío, autoritario, más preocupado por el legado que por el afecto.

Victor crea vida no para desafiar a la muerte, sino para rebelarse contra su padre. Su monstruo es, en realidad, un grito contra la figura paterna que nunca lo amó.

Guillermo del Toro decidió reescribir la infancia de Victor Frankenstein

“Existe dualidad entre creador y criatura. ¿Realmente es Víctor el monstruo? La relación entre padre e hijo era fundamental para mí. El padre de Víctor, Dios Padre mandando a Jesús a la Tierra para purgar nuestros pecados; Víctor con la criatura. Hay un juego de espejos, de paternidades imperfectas, de hijos imperfectos”, explicó Del Toro a Milenio.

No es casual que Del Toro hable de paternidades. Su propio padre, Federico del Toro, fue secuestrado en 1998, un trauma que marcó profundamente al cineasta. Desde entonces, su cine explora esa herida. La pérdida, el perdón, la reconciliación. “Perdonar a alguien y perdonarte a ti mismo para existir”, ha dicho, es el corazón de su Frankenstein.

Un amor imposible (y muy diferente al del libro)

En la novela, Elizabeth es la prometida de Victor, y su muerte a manos de la criatura desata la tragedia final. Pero Del Toro le da otro destino. Aquí, Elizabeth (interpretada por Mia Goth) está comprometida con William, el hermano de Victor, y es él quien siente una atracción silenciosa por ella. La criatura, en cambio, ve en Elizabeth un alma parecida, alguien que lo mira con compasión en vez de horror.

Esa conexión provoca celos en Victor y acaba por sellar su destino. No hay amor romántico, sino vínculos torcidos por la envidia, la soledad y el deseo de pertenecer. En esta versión, Elizabeth no muere estrangulada por el monstruo, sino accidentalmente a manos de Victor, en un intento desesperado por destruir a su creación. 

La historia de amor de Elizabeth y la criatura de Frankenstein

La diferencia entre el final del libro y la película

El desenlace es donde Del Toro se aleja por completo de Shelley. En la novela, Victor muere sin reconciliarse con su creación, y la criatura se marcha al Ártico a morir, arrepentida. Pero en la versión de Del Toro, ambos se encuentran.

El monstruo perdona a Victor, y el científico, moribundo, le llama “hijo”. Es un momento profundamente emocional, una catarsis donde se rompen siglos de culpa literaria.

“Si la hubiera hecho cuando era más joven, habría sido sobre el enojo de un hijo hacia su padre. Ahora trata del perdón de un padre que alguna vez fue hijo, y que entiende que la vida lo puso en un rol que no ha sabido cumplir. Eso es muy biográfico. Eso no está en el libro. Eso no es Mary Shelley. Eso soy yo”, dijo Del Toro al Toronto Star.

El resultado es un final esperanzador y de cierta forma feliz. En lugar de la muerte como castigo, hay redención. 

Del Toro describe su película como una historia sobre la “cadena del dolor” que los padres heredan a sus hijos, y sobre cómo esa cadena puede romperse a través del perdón. Esa visión hace que su Frankenstein sea completamente suyo, sin demeritar la historia de Mary Shelley, sino enriquecerla.

La diferencia entre el final del libro y la película de Frankenstein

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