Por un momento, todo en Cannes parecía perfecto. El sol brillando sobre la costa francesa en el yate de lujo del multimillonario Len Blavatnik, y una performance en vivo de Pink Pony Club a cargo de la actriz y cantante Charlotte MacInnes. Pero lo que parecía una escena sacada de una película, terminó convirtiéndose en el último capítulo de un pleitazo hollywoodense protagonizado por nada más y nada menos que Rebel Wilson.
El 16 de mayo, mientras se celebraban las películas de Blavatnik en el Festival de Cannes (incluyendo Eddington con Joaquin Phoenix), Wilson encendió Instagram para criticar públicamente a MacInnes, protagonista de su primera película como directora: The Deb. Desde la cuenta oficial del filme, Rebel acusó a la actriz de usar un “atuendo culturalmente inapropiado” y de haber traicionado al equipo del proyecto al “apoyar a quienes están bloqueando su estreno”.
¿El detalle que elevó la tensión? MacInnes estaba en la fiesta en el yate de Blavatnik, el mismo magnate que financió The Deb. Y aunque parezca que todo esto nació de un post malintencionado, la realidad es que el conflicto entre Wilson y los productores del la peli lleva rato cocinándose.
Del debut soñado al pleito legal
The Deb cuenta la historia de dos chicas en un pueblito australiano que se preparan para un baile de debutantes. La peli, que tuvo buena recepción en el Festival de Toronto en 2023, lleva meses en el limbo por una batalla legal entre Wilson y los productores Amanda Ghost, Gregor Cameron y Vince Holden.
Wilson los acusó de malversación de fondos y abuso de poder; ellos la demandaron por difamación. Entre acusaciones cruzadas, demandas y declaraciones a la prensa, la película sigue sin fecha de estreno y con un equipo dividido.
Según los productores, el verdadero problema es que Wilson no quedó conforme con los créditos del guión: ella quería el crédito completo, pero la Australian Writers Guild se lo otorgó a Hannah Reilly, autora del musical original en el que se basa la película. Rebel solo recibió mención como co-escritora.
En medio de esto, Wilson también apuntó contra MacInnes, sugiriendo un trato preferencial por parte de una de las productoras y hasta insinuando una relación inapropiada entre ambas. Un portavoz cercano a MacInnes lo desmintió, asegurando que la actriz no recibió más privilegios que el resto del elenco, y que su estancia en un departamento compartido fue una solución logística, no personal.
Todos opinan (y nadie se salva)
Mientras Rebel acusa y elige a quién quemar públicamente, la comunidad cinematográfica parece dividida. Lawrence Bender, productor de Pulp Fiction, quien estaba en la famosa fiesta en el yate, dijo que estaba “muy decepcionado” por lo sucedido. Hannah Reilly, hasta ahora en silencio, dijo que todo este drama ha ensombrecido lo que debió ser una experiencia feliz.
Hasta la tienda de moda vintage donde MacInnes compró su polémico look tuvo algo que decir: en Instagram, One Vintage salió en defensa del outfit asegurando que se trataba de una pieza artesanal de los 70, y no un “atuendo indio” como Wilson había insinuado.
Una cosa es clara: este no es el tipo de drama que Rebel Wilson sabe escribir, pero definitivamente es el que no puede dejar de protagonizar.
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