No sabes todo lo que hay detrás de El Cascanueces
Estilo de vida

No sabes todo lo que hay detrás de El Cascanueces

Copos de nieve que giran como sueños. Un árbol que crece por arte de magia. Una niña que despierta a lo imposible.

Cada diciembre, El Cascanueces vuelve a hechizar al mundo. Un ritual que se repite año tras año y que, aunque nació en el corazón del ballet imperial ruso, sigue latiendo con la misma fuerza en los escenarios contemporáneos. Pero detrás del brillo, del tul y de la música de Tchaikovsky, existe otra historia: una que suda, duele y se repite incansablemente.

Este es el bts de El Cascanueces, de la mano de Alicia Mae Holloway, quien interpreta a la reina de azúcar año tras año.

El Cascanueces

Detrás de la cortina de azúcar, la magia que no se ve

Desde el asiento, todo parece etéreo. Ahí está ella: la reina de azúcar, Sugar Plum Fairy. Sin peso. Sin esfuerzo. Pero detrás del telón, la realidad es otra: vestuarios que pueden llegar a pesar hasta 27 kilos, cuerpos agotados por jornadas maratónicas y repeticiones que desafían lo humano. Y aun así, cada noche aparece la Sugar Plum Fairy, ligera como un suspiro.

“Para muchos bailarines, El Cascanueces no es solo un show: es un ritual”, explica Alicia Mae Holloway, bailarina del Dance Theatre of Harlem. “Es la época del año en la que todo gira alrededor de la música, las funciones y la energía del público. Pero también es el momento más exigente física y mentalmente”.

Dos o tres funciones al día, durante semanas. Mantener la ilusión viva no es opcional.

Alicia Mae Holloway.

Sí, El Cascanueces es prácticamente EL espectáculo que sostiene al ballet

Pocos lo saben, pero este “ballet para principiantes” mantiene viva a la danza profesional. El Cascanueces genera, en promedio, el 48% de los ingresos anuales de una compañía. En algunas, diciembre literalmente paga todo el año.

Y lo hace sin trucos digitales: yn árbol de 12 metros que crece gracias a un sistema de contrapesos de más de una tonelada; yna cama que se mueve impulsada por un bailarín oculto o 68 kilos de confeti cayendo como nieve desde telas suspendidas.

Todo es manual. Todo es real. Y aun así, parece de otro mundo.

¿Sabías que este clásico fue un fail cuando salió?

Lo irónico es que El Cascanueces no siempre fue un éxito. En su estreno de 1892 en San Petersburgo, el público —y hasta el Zar Alejandro III— lo encontró aburrido. Décadas después, George Balanchine lo resucitó en Nueva York, y el “fail ruso” se transformó en el ritual navideño por excelencia.

Hoy, familias enteras regresan año tras año, buscando esa misma dosis de magia que los marcó en la infancia.

Ballet El Cascanueces

Imagina el Groundhog Day, versión ballet

Alicia lo vive desde adentro: “Te levantas, gimnasio, clase, ensayo, teatro, maquillaje, función, fotos con el público, hielo, sales… y repetir. Día tras día”.

El burnout se normaliza. Ampollas, tendones inflamados, bobby pins contados con precisión quirúrgica y una presión silenciosa por mantenerlo todo impecable.

“El público ve el brillo y la perfección. Pero lo más humano del ballet es todo lo que no se ve: el cansancio, el miedo, la frustración. Somos humanos intentando parecer etéreos”.

Lo que no sabías del Cascanueces

Los estereotipos del ballet y la Sugar Plum Fairy

Delicada. Dulce. Intocable. Para Alicia, ese estereotipo ya no basta.

“El ballet está cambiando, poco a poco. Veo más diversidad en cuerpos, colores e historias”, dice. “Crecí creyendo que la meta era ser perfecta y delgada. Hoy sé que la belleza es autenticidad, salud, confianza, alegría”.

Menciona a Misty Copeland como su gran referente: “Ella me hizo creer que había un lugar para mí. Ver a alguien que se parecía a mí en el escenario cambió lo que creía posible”.

Su Sugar Plum no es frágil: es poderosa, terrenal y libre. Puede verse diferente y seguir siendo igual de mágica.

El ritual antes del telón

“El olor del spray, el sonido del telón, el corset… te transformas. Cuando las luces te tocan, todo lo demás se apaga. Es libertad pura”.

Mientras surgen nuevas versiones —desde Hip-Hop Nutcracker hasta Hot Chocolate Nutcracker— el clásico demuestra que puede evolucionar sin perder su alma.

La magia continúa

Más allá del escenario, El Cascanueces es supervivencia. Para muchas compañías pequeñas, representa más de la mitad de sus ingresos anuales. Y detrás de cada boleto hay algo hermoso: el público sosteniendo el arte sin saberlo.

“El futuro del ballet es para todos”, afirma Alicia. “Debe reflejar al público que lo ve. Esa es la única forma de mantener viva su magia”.

Cada diciembre, cuando suena la obertura y el telón se abre, el milagro se repite. Pero lo más conmovedor ocurre detrás de la Sugar Plum Curtain: las manos que cosen lentejuelas, los cuerpos que resisten, los artistas que hacen posible el cuento.

Ahí, entre el brillo y el cansancio, vive la magia real.

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