Hoy es ese día. Fallout regresa con su temporada 2 y el primer episodio no pierde ni un segundo en ponernos en modo supervivencia emocional. Lucy y The Ghoul retoman su camino rumbo a New Vegas siguiendo el rastro sangriento de Hank, y en el proceso nos lanzan de cabeza a uno de los misterios más obsesivos del universo Fallout: Vault 24.
Sí, ese Vault. El que durante años fue casi una leyenda urbana entre fans. El que solo existía como un jumpsuit escondido en los archivos de Fallout: New Vegas. Y ahora por fin lo vemos. Y créenos, valió la pena la espera.

¿Por qué Vault 24 siempre fue tan intrigante?
En el mundo de Fallout, los Vaults nunca son solo refugios. Son experimentos. Cápsulas de idealismo americano torcido. Algunos parecen idílicos, otros directamente traumáticos. Lucy viene de Vault 33, uno relativamente “ordenado”, y la historia original del juego nos enseñó Vault 13 como el arquetipo del hogar subterráneo.
Vault 24, en cambio, era un fantasma. Sabíamos que debía existir, pero nunca lo vimos en los juegos. Hasta que la serie decidió tomar lore, expandirlo y rompernos un poquito el corazón en el proceso.
¿Qué hay dentro de Vault 24?
Cuando Lucy y The Ghoul llegan a Vault 24, lo primero que impacta no es un monstruo ni una emboscada. Es el abandono. Óxido en las paredes, vegetación creciendo donde no debería, silencio absoluto. Para Lucy, que aún cree en la estructura y el propósito de los Vaults, es un shock.
Pero lo verdaderamente perturbador está más adentro: The Ghoul encuentra un gorro de comandante comunista, y después descubren esqueletos de personas estadounidenses vestidas con ropa pseudo-soviética, atados a sillas y obligados a ver propaganda de adoctrinamiento comunista. No eran comunistas que entraron al Vault. Eran personas convertidas. Aquí entra la parte verdaderamente inquietante. Vault 24 no era solo un experimento ideológico. Era un laboratorio de control mental.
El episodio revela que Hank MacLean llegó a Vault 24 para recuperar su investigación principal. Un chip de control mental que ya vimos en acción al inicio del episodio, cuando Robert House lo utiliza. Y sí, todo apunta a que House estuvo involucrado o al menos interesado en los experimentos del Vault.

El momento más perturbador del episodio (y eso ya es decir mucho)
Lucy y The Ghoul se topan con un sobreviviente que aún respira… pero algo no está bien. Lleva un chip incrustado en la parte trasera del cuello y, cuando empieza a hablar, queda claro que esa voz no le pertenece del todo. Repite palabra por palabra lo que Hank le dijo antes a Lucy: “Sugar Bomb. Ve a casa. Yo voy a arreglar todo.” No es un mensaje casual ni una coincidencia inquietante: es Hank usando a otra persona como si fuera un altavoz humano. Y justo cuando el momento se vuelve imposible de procesar, la tecnología falla. El cuerpo colapsa. La cabeza explota. Fin del mensaje.
Estos implantes sirven para controlar, manipular y transmitir órdenes directamente en la mente de alguien. El problema es que el sistema aún es rudimentario, inestable y peligrosamente experimental. Vault 24 no es solo otro horror del Yermo: es la clave de la temporada. Los chips, Robert House y Hank no son detalles al azar. El estreno deja claro que todas las facciones quieren lo mismo, aunque lo persigan de formas distintas: control.

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