Arriesgarse al cringe, según Guitarricadelafuente
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Arriesgarse al cringe, según Guitarricadelafuente

No todos los días entrevistas a alguien que vive instalado en tu Spotify Wrapped, en tu playlist de llorar, en la memoria de uno de los mejores conciertos de tu vida: Guitarricadelafuente.

Yo todavía no supero la noche del 21 de septiembre del 2022: un espacio pequeño, íntimo, de esos que te hacen sentir nostalgia por los tiempos en que aún podíamos ver a un artista antes de que lo reclamaran los estadios. Lo recuerdo poniéndose la jersey de la Selección Mexicana, bailando con nosotros entre Agua y Mezcal, cantando Conticinio mientras todos se deshacían por dentro. Esa memoria vive en mi mente como si hubiera ocurrido ayer.

Y entonces llegó un viernes, tres años después, con un nuevo disco —Spanish Leather— que suena a él, pero también a algo más libre, más desatado, más magnético. El mismo ligero dolor, pero con una sonrisa torcida. La misma lírica afilada, pero ahora con frases que la generación Z repite como quotes en el centro de un outfit: “tu culo en la Barceloneta es folclore” o “full time papi”. 

Entrevista con Guitarricadelafuente (Álvaro Lafuente): su tour por México y Spanish Leather.

Llegué a entrevistarlo a Sony Music con el corazón acelerado, no solo por admiración, sino por la sensación curiosa de estar entrando al universo de alguien que, sin saberlo, me ha acompañado en tantos lugares invisibles.

Álvaro llega sin esa aura solemne que a veces llevan los artistas cuando entran a una sala. No posa, no impone, no actúa como alguien que ya sabe que lo admiras. Llega más bien con esa timidez luminosa que se le asoma incluso en sus videos: un poco nervioso, un poco incómodo, pero completamente transparente.

Y es curioso, porque crees que lo conoces de tanto escucharlo —que ya has descifrado sus sombras, sus nostalgias, sus vértigos— pero en cuanto empieza a hablar, la calma aparece y te das cuenta de que no sabías nada

Entrevista con Guitarricadelafuente (Álvaro Lafuente): su tour por México y Spanish Leather.

Álvaro no es Guitarricadelafuente, o no solo. Hay un universo entero que se abre cuando habla. Por ejemplo: piensas que debe amar las sobremesas, como buen melancólico, pero las odia. Detesta esa conversación eterna en la mesa de un restaurante. Cosas así, detalles que no cuadran con la imagen que imaginaste, pero que lo vuelven todavía más él.

Hay artistas que necesitan gritar para llenar un espacio; él no. Le pregunto cómo suena su voz cuando nadie lo oye y me dice, sin dudar, “Igual. Canto igual.” Luego explica: “Siempre ha habido una forma de despersonalizarse. Es ponerse en las botas de alguien más. Sobre todo cuando cantaba folclore andaluz o latinoamericano… me impregnaba del acento, me salía natural. Creo que el lugar desde el que cantas es algo espiritual”.

Esa espiritualidad se siente también en su manera de narrar. Le pregunto si hay recuerdos que aún no haya podido poner en una canción y me responde: “Lo mío no es contar recuerdos específicos, es provocar los tuyos. A veces no sabes si una canción te da nostalgia de la infancia o de un amor; simplemente te toca un sitio que ya existía en ti”. Y tiene razón: sus canciones duelen porque despiertan algo que no sabíamos que estaba ahí.

Hablamos de lenguaje, de cómo habla la gente joven, ese norte que parece seguir en este nuevo disco. Me dice: “Las expresiones cotidianas también pueden ser poéticas. En “Quién teme a la máquina”? digo ‘Joder, qué pasada’. Fonéticamente no es bonito, pero ahí funciona. Es real”. Su poética está hecha de esas pequeñas verdades que otros evitarían por temor al ridículo. Pero él no lo esquiva.

Le cuento mi obsesión reciente con Almost Famous, y esa cita que dice que la única moneda verdadera en un mundo corrupto es lo que compartes cuando no eres cool. Él sonríe —esa sonrisa que tiene algo travieso— y me dice: “Antes me escondía más. Había esta idea de que ser misterioso te hace más interesante. Pero ya me parece aburrido. Lo sexy ahora es mostrarse sin coberturas, sin miedo al cringe”.

Somos de la misma generación, la generación del cringe. La que creció observada, grabada, donde subes algo a las redes y no hay vuelta atrás. La que teme más hacer el ridículo que fracasar. Se lo menciono y asiente como quien ya lo tenía masticado. “Es como llevar una camiseta blanca e intentar no mancharte”, dice. “Pero te vas a manchar.” Y ahí está todo: la libertad, el alivio, el permiso de ganar la batalla.

En medio de esta conversación íntima, me cuenta que la película que más lo marcó de niño fue Con ella, de Almodóvar. Y cuando le pregunto —porque me dan curiosidad las vidas nocturnas de los artistas— cuál fue su último sueño, se queda en silencio unos segundos, pensativo… y suelta: “Me tomé melatonina en el vuelo para acá… y he soñado cosas húmedas. Esa es la respuesta.” Y nos reímos como si estuviéramos hablando desde un sillón viejo, sin cámaras alrededor.

Hay una parte muy humana en él que aparece cuando no está pensando en la música. Cuando le pregunto qué lo salva estos días, dice: “la comida”, como quien confiesa una pasión real, no una respuesta bonita. Luego se ríe y suma el deporte: correr, tenis, lo que sea. 

Pero incluso ahí hay una sombra que reconoce con sinceridad ese miedo tan generacional de no estar haciendo nada, ese vértigo que sentimos cuando creemos que no somos productivos. Esa lucha interna entre moverse y quedarse quieto, entre avanzar y escucharse. “El deporte puede ser una forma de procrastinar lo que realmente tengo que hacer”, me dice, y en esa frase hay tanta verdad que se queda flotando un momento.

Entrevista con Guitarricadelafuente (Álvaro Lafuente): su tour por México y Spanish Leather.

Hablamos también de esas raíces que menciona siempre, de ese origen que parece mandarlo todo. Cuando le pregunto qué parte de él aún no aparece en su música, solo dice: “No lo sé. Lo tengo que descubrir”. No todas las respuestas necesitan urgencia. 

También me cuenta dónde escribe mejor —“en el Ampurdán, en Girona”— y qué canción lo parte por dentro: “La albada, de José Antonio Labordeta”, seguido de un silencio que parece reverencia.

Antes de despedirnos, me habla de La ciudad se levanta, de Boccioni, la obra que según él suena más a él que cualquier referencia musical. “Es un cuadro futurista: una ciudad industrial, un caballo que intento frenar pero no puedo. Representa esa velocidad que no se detiene”. Y yo lo escucho pensando que así justamente se siente Spanish Leather: como intentar detener algo que ya está avanzando, que ya tiene vida propia.

Y mientras todo eso ocurre adentro, afuera se viene un nuevo capítulo: su debut como actor. Y, claro, su regreso a México después de tres años.

Este año, con Spanish Leather ya en el mundo, Guitarricadelafuente vuelve—a Guadalajara, Ciudad de México y Monterrey—, y todo indica que llegará a un público que, como él, ya está listo para desmontar la armadura. Para cantar desde un sitio menos perfecto, más real. Para manchar la camiseta blanca.

Lo pienso claro: sí, lo más cool es compartir lo que somos cuando nadie está mirando. Y también, en buscar el cringe antes de que el cringe nos encuentre. En mostrarnos enteros, incluso cuando tiembla un poco la voz.

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