Ok, sí, todas las Virgo comparten reputación de perfeccionistas, detallistas y ultra organizadas. Pero si alguna vez te has topado con una Virgo nacida en agosto y otra en septiembre, seguro notaste que no son iguales. La temporada va del 23 de agosto al 22 de septiembre, y ese “detallito” del calendario cambia muchísimo la vibra. Una viene con la chispa de Leo todavía pegada, mientras la otra es la Virgo más Virgo que puede existir.
Aquí te contamos cómo distinguirlas, qué energía traen y hasta cómo aman.
Cómo son las personas Virgo nacidas en agosto
Las nacidas entre el 23 de agosto y el 2 de septiembre son las Virgo con más influencia de Leo. Y eso se nota: suelen ser más extrovertidas, seguras y hasta con una pizca de drama (del bueno). No se esconden en la esquina, al contrario, tienen ese magnetismo que hace que la gente voltee a verlas sin que lo busquen.
Eso sí, como buenas Virgo, siguen siendo perfeccionistas, pero la diferencia es que su exigencia va mucho más hacia ellas mismas. Les preocupa que los demás noten sus “fallas”, y esa autocrítica puede hacerlas algo intensas. También son más rígidas con la organización, necesitan que todo quede exactamente como lo imaginaron.
Cuando Virgo ama, lo hace con todo: entrega total, compromiso real y expectativas claras de reciprocidad. Buscan una relación sólida, con futuro y coherencia diaria. Pero su lado exigente no desaparece en el amor, detectan fallas y no dudan en decir lo que piensan. Su mayor reto es suavizar la autocrítica (y la ajena) para no convertir el amor en un examen.
Así son las personas Virgo de septiembre
Del 3 al 22 de septiembre llegan las Virgo más puras: prácticas, sensibles, sociales y con un ojo estético súper agudo. Si las de agosto son más de control, las de septiembre fluyen mejor con los demás. Tienen esa vibra empática que hace que todo el mundo confíe en ellas, y por lo mismo suelen destacar en grupos o equipos.
Su perfeccionismo existe, obvio, pero está más balanceado. Saben cuándo dejar las cosas ir, no se desgastan con detalles mínimos y pueden ser más flexibles que sus “hermanas” de agosto.
Románticas, sí, pero sin exceso. Para ellas el amor se siente en la constancia: estar presentes, escuchar de verdad, compartir rutinas y crear momentos que se vuelven memorias. Su capacidad de empatía hace que sean parejas que saben leer emociones, incluso las que no se dicen en voz alta.
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