Romy Mars es la próxima nepo baby popstar
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Romy Mars es la próxima nepo baby popstar

Romy Mars no pidió ser famosa, simplemente lo fue. Hija de la directora más cool de cine contemporáneo, Sofia Coppola, y del vocalista de Phoenix, Thomas Mars, Romy es básicamente la heredera de todo lo que amamos: películas con filtros pastel, conciertos en festivales boutique y un sentido del estilo que parece effortless pero está lleno de referencias sutiles.

Pero ahora, con su single debut “A-Lister”, ella está tomando el control de su narrativa, y lo hace con un su toque único, una ironía afilada y una vibra icónica que solo una nepo baby que ha vivido la fama desde la cuna puede canalizar.

El TikTok que la convirtió en leyenda

Romy se volvió viral por romper las reglas (y los corazones del internet) al contar, en un video adorablemente caótico, que sus papás no la dejaban tener redes sociales…después de que intentó rentar un helicóptero con la tarjeta de crédito de su papá.

Fue el tipo de anécdota que solo puede pasar en una película de Sofia Coppola, excepto que esta vez era la vida real. Desde entonces, Romy ha sido objeto de fascinación para una generación obsesionada con el linaje de Hollywood, el quiet luxury, y el self-awareness con talento.

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“A-Lister”: un debut que es mitad burla, mitad manifiesto

Este año, Romy lanzó su primer single oficial, “A-Lister”, y con él dejó claro que no solo tiene apellido, sino también visión. El track es un retrato melódico de la fama heredada, narrado desde un lugar de distancia emocional y estilo impecable. Entre beats minimalistas y una producción que recuerda al indie-pop de artistas como Clairo o Girl in Red, Romy desliza una línea que hizo que todos los fans de Coppola levantaran las cejas con admiración:

“Made my car red like Elvis, change his sheets back in Memphis.”

Una referencia directa a Priscilla, la película de su madre, y una muestra de cómo Romy mezcla la cultura pop con su herencia de forma tan elegante como irónica. Ella no está reaccionando al legado, lo está reescribiendo.

Estética: melancholic cool con herencia cultural

Romy no necesita campañas publicitarias para construir su imagen. Su estilo mezcla camisetas de bandas heredadas, jeans vintage, esmalte descascarado y una mirada que parece estar viendo el mundo en slow motion. Es como si The Virgin Suicides hubiera crecido, abierto un Finsta y empezado a grabar música entre matcha lattes y cartas no enviadas.

Y aunque su sonido es moderno, se siente profundamente personal. Como si sus canciones se hubieran grabado en la misma habitación donde su madre escribió Lost in Translation, con luz dorada filtrándose por las cortinas.

¿Por qué la amamos tanto?

Porque Romy no está intentando ser nada. No hay una maquinaria empujando su carrera ni un plan estratégico para conquistar al público. Es hija de íconos, sí, pero no busca la fama, simplemente la tiene. Es el tipo de chica que podría lanzar un EP brillante y luego desaparecer sin previo aviso. Y justamente esa indiferencia hacia la validación es lo que la hace tan magnética.

Su sensibilidad, su humor seco, su capacidad para referenciar a Elvis Presley y Priscilla sin caer en el cliché… todo apunta a que Romy tiene algo más que talento: tiene una voz.

¿La nueva It Girl?

Totalmente. Pero no en el sentido tradicional. Romy no necesita una pasarela ni una portada para dictar estilo: su presencia ya inspira moodboards, playlists y outfits sin siquiera intentarlo. Es esa clase de It Girl que no se anuncia—se siente. Como una mezcla entre aura y algoritmo.

Y por si quedaban dudas de su estatus, fue vista recientemente junto a Jenna Ortega en un concierto de Charli XCX. Dos it girls en estado puro: sin buscar atención, pero capturándola igual. Literalmente, el tipo de escena que termina en un moodboard en menos de 24 horas.

Si la moda va hacia lo silencioso, el arte hacia lo íntimo y la fama hacia lo fragmentado, Romy Mars es el espejo perfecto de ese nuevo paradigma. Una It Girl accidental, una estrella con delay, una voz suave que suena más fuerte de lo que parece.

Y si esto es solo el comienzo, lo único que podemos decir es: larga vida a la reina del low-key pop cool.

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