En la era del “no makeup-makeup”, del skinimalismo y de la obsesión por la piel luminosa, algo inesperado ha pasado: el blush se ha vuelto protagonista. Y lo ha hecho con todo. blush en crema, en polvo, en barra; tonos rosados, corales, fucsias y hasta morados. Lo que antes era un detallito al final de tu rutina, hoy es el corazón de tu look. Pero entre tanto glow y flush, surge la pregunta inevitable: ¿nos estamos pasando con el blush? Hablemos del blush blindness.

El fenómeno del “Blush Blindness”
Seguramente ya lo viste en TikTok o lo viviste tú misma frente al espejo: aplicar y reaplicar blush sin darte cuenta de que ya cruzaste la línea. A eso se le llama blush blindness. Es cuando pierdes completamente la noción de cuánto blush llevas puesto porque, entre luces artificiales y la emoción del makeup, sientes que aún “falta un poquito más”. Hasta que sales a la calle y tu cara dice más “me quemé en la playa” que “sunkissed”.
Este fenómeno, aunque suene nuevo, es el equivalente moderno a los errores de otras épocas: las cejas ultra delgadas de los 2000 o el contour agresivo de los 2010. Cuando un look se vuelve viral y omnipresente, empezamos a verlo como lo “normal”. Pero a diferencia de esas tendencias que buscaban perfección o simetría, el auge del blush viene desde un lugar mucho más emocional. No buscamos contornos perfectos, buscamos vernos vivas.


Por qué amamos tanto el blush (y no podemos parar)
La fiebre del blush no es solo estética. Es también emocional. Aplicar blush tiene algo de ritual, algo que nos conecta con el color natural de la vida. ¿Te has fijado cómo un poco de color en las mejillas puede cambiar tu día? De pronto te ves más descansada, más feliz, más tú.
Video Recomendado
Además, este nuevo protagonismo del blush viene acompañado de un enfoque más libre e inclusivo. Ya no existe una única forma “correcta” de aplicarlo. Puedes llevarlo en las manzanitas, en los pómulos, sobre la nariz, en las sienes o hasta en los párpados. Todo es válido.
¿Cómo saber si ya te pasaste?
Aunque el blush blindness puede hacernos aplicar más de la cuenta, tampoco se trata de vivir con miedo al color. Pero si alguna vez te miraste al espejo y pensaste “esto se me fue de las manos”, aquí van algunos hacks para recuperar el balance sin drama:
- Deja que se asiente: muchas veces, el blush se funde con tu piel después de unos minutos y baja la intensidad solo.
- No lo apliques directo: si usas blushes en crema o barra, caliéntalos primero en el dorso de tu mano y ve construyendo el color poco a poco.
- El truco de la esponja: una beauty blender húmeda con un poco de base o corrector puede difuminar cualquier exceso.
- Menos capas, más intención: evita usar blush líquido, en polvo y topper todo junto, a menos que estés buscando un efecto teatral.
- Translúcido al rescate: un toque de polvo suelto encima puede suavizar cualquier look demasiado intenso sin apagarlo del todo.
- Monocromía estratégica: si ya llevas mucho blush, intégralo al resto del look aplicando un poco en los ojos o la nariz para lograr ese efecto editorial que tanto nos gusta.
¿Demasiado blush? Quizá. ¿Y qué? La tendencia actual nos recuerda que el maquillaje es, ante todo, una forma de expresión. Si un poco (o mucho) de blush te hace sentir linda, poderosa o simplemente más tú, entonces está perfecto. Porque la belleza real no es sobre seguir reglas: es sobre romperlas a tu favor.
Explora más en: Instyle.mx