Nueva York tiene un magnetismo único. Es caótica, rápida, práctica… y aun así logra ser la capital del estilo sin esfuerzo. Este año, la New York Fashion Week arrancó con un ligero cambio de calendario y, por ende, con ese clima confuso que no sabes si exige chamarra ligera o ya pide un suéter chunky.
Las calles se llenaron de looks que mezclan funcionalidad y statement, porque aquí la moda no es solo para posar, es para caminar (y correr) de show en show. Vimos desde básicos pulidos con camisas blancas impecables y trench coats eternos, hasta los caprichos que siguen dominando como los pantalones globos, encajes inesperados y capas de texturas que nos recuerdan que el verdadero truco está en cómo los combinas.
Lo más divertido de Nueva York Fashion Week siempre pasa fuera de la pasarela, en el street style. Esa creatividad de tomar piezas que ya conocemos y darles un giro fresco, de convertir un clásico en algo inesperado, o de demostrar que la moda también se trata de actitud. Porque sí, es increíble ver lo que presentan las grandes casas en los shows, pero nada se compara con esa espontaneidad que se respira en las banquetas de la ciudad.
Al final, Nueva York nos recuerda lo mismo cada temporada, la moda vive en movimiento. Es práctica y al mismo tiempo teatral, es urbana y sofisticada, y sobre todo, es un recordatorio de que las tendencias cobran vida real en la calle, entre tráfico, prisas y esa energía que solo esta ciudad tiene.
El street style de New York Fashion Week es como siempre *chef’s kiss*
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